EL COLUMPIO DEL AYER (O JOSE YEBRA, POETA)

Estamos en plena canícula, el calor agosta los campos que esperan -como una promesa de amor- una tormenta de verano, con su poderoso impulso regenerador o hasta destructivo, aunque seguramente nuestros prados se conformen ahora con tan solo el fugaz frescor que el orvallo deja como un beso furtivo en los labios. «dirigibles/ abatibles:/ de verano/ cielos/ carentes/ de nubes;/ la distancia/ en rojo/ y mi mente/ está aquí/ siempre viajera/ volando hacia/ lugares/ que desconozco/ porque me da/ la republicana gana.» (Otra lengua extinta, pág. 51).

Aquí, en la Biblioteca, reina el silencio. Julio, definido por el sabor amargo de las cerezas, ya es un recuerdo lejano y el final del verano se anuncia a través de un aire mágico, una sensación suspendida en el ambiente que promete el final de esa calma con la irrupción de la algarabía juvenil que nos regalará el mes de septiembre. «[…] entramos en silencio/ las cabezas gachas/ y la revolución pendiente/ de deberes para casa.» (Sedentarismo aplicado, pág. 53).

En este momento, veo las columnas de los libros que profesores y otros miembros de la comunidad educativa (Esperanza, Sol, Otazu…) me han donado generosamente. Estoy muy agradecida por esos gestos de cariño. Salomé y David los han dispuesto lo mejor que han podido en los elementos arquitectónicos que no disimulan mi condición primigenia de cafetería. La cafetería… Éramos felices y no lo sabíamos…

Entre esas donaciones, destaca poderosamente una serie de libros que llevan la firma de José Luis G. Yebra (Cacabelos, El Bierzo, 1967), esforzado agitador cultural -buena muestra de ello es el delicioso volumen colectivo Histeria (Gijón: Más Madera, 2020)- y no menos esforzado profesor de Inglés. Son solo dos de sus muchas facetas. En todas ellas late lo que realmente es Jose Yebra por encima de todo: un poeta. Además, yo añadiría que se trata de un hombre bueno. Sí, nos gusta Jose Yebra por su bondad esencial, repleta de entusiasmo y naturalidad.

Otra lengua extinta (Xixón: Suburbia Ediciones, 2017) es un atrayente cajón de sastre, mucho más organizado de lo meramente aparente, que invita al lector a sumergir las manos dentro de él para extraer, unas veces, el dolor de los pinchazos del alfiler del compromiso político, y, otras veces, la melancolía de las tan suaves como ásperas telas de la memoria. Jose Yebra reacciona contra la «orgía del consumismo» («Rum Pum Pum Pum», pág. 42) que nos ha conducido a la normalización de la precariedad laboral («Arcade time», pág. 25; «… es una estafa», págs. 46-47). De este poemario, encuentro cautivador su costumbrismo, ese costumbrismo que vibra en la mejor ficción estadounidense, de Sherwood Anderson (Winesburg, Ohio, 1919) a Los Simpson. Esa mirada a lo cotidiano que sabe que el ojo de buey de la lavadora puede convertirse en una pantalla de cine. Mi composición favorita es la que abre el libro: «Pioneras en Cacabelos: A y B», un emocionado recuerdo de la fortaleza de nuestras abuelas en la posguerra.

En Sedentarismo aplicado (Xixón: Suburbia, 2019), Yebra aplica sus versos -cortos, finos, delicados e inquietos como los de un niño- a las cuestiones que siempre están presentes de una forma u otra en su poética: el compromiso, las penas y alegrías del día a día, la dignidad, la lucha de las mujeres… Ahora bien, el aire de rebeldía punk y la estética de ese género intangible que los estadounidenses denominan americana cobran más protagonismo. Piezas que destacaría por su innegable calidad: «El eufemismo se va de putas» (pág. 37-39), «Las agujas de tejer» (págs. 41-42) y «London’s burning!!» (págs. 61-62), entre otras muchas que merecerían aquí más atención.

Los versos cortos se mezclan con versos más extensos, que no obstante no llegan al versículo surrealista, para desarrollar tramas complejas (por ejemplo, «Europa is not our playground», págs. 120-121) en El origen de la destrucción (Gijón: Más Madera, 2022), su obra maestra de madurez, según mi modesto parecer. He leído sobrecogida cómo Yebra aborda asuntos densos, difíciles, dolorosos: la violencia sexual hacia la mujer («And now… the news!», págs. 13-14), la evocación madrileña del consumismo actual en «(No) pasarán (más de mil años…)» (págs. 47-49), el recuerdo de los estragos de la droga en su generación («Soledad», págs. 74-75) o la fuerza con la que combate el olvido con el que quieren enterrar a los humillados y ofendidos de la Historia o directamente a los aniquilados por el totalitarismo («Czeslawa Kwoka», págs. 62-63). La nostalgia y la ironía vuelven a unirse en las escenas costumbristas de una vida pasada que es personal, generacional y universal a un mismo tiempo: «Botarate» (págs. 82-83); «Arqueología familiar» (págs. 87-89); «Aquellos días» (págs. 103-105); «Scrooge poetry: past (soneto en alejandrinos)» (pág. 122); etc.

El ataque del punk hacia la complaciente conciencia burguesa se inicia hacia 1977 con The Sex Pistols y The Clash, en el Reino Unido, y Ramones, en EE. UU. Un rasgo definitorio de esa tribu urbana provocadora fue la recuperación del corte de pelo del guerrero mohawk, como hiciera el desequilibrado Travis Bickle (Robert De Niro) en Taxi Driver (Martin Scorsese, 1975). El mohawk es un pueblo perteneciente al grupo lingüístico iroqués (tuscarora, hurón, cherokee…). No confundir con el grupo algonquino. (Franz Boas y Leonard Bloomfield no nos lo perdonarían jamás.) En fin, cómo es posible que esos punkis londinenses emularan al guerrero mohawk con su cresta inhiesta. Al parecer, de niños vieron a los paracaidistas estadounidenses que, para adoptar un aspecto más feroz contra el terror nazi, reproducían el peinado que habían visto de niños en el filme de John Ford Corazones indomables (Drums Across the Mohawk, 1939). Nos gusta el cine de John Ford porque nos recuerda siempre que el honor existe, muy particularmente en la derrota. A la llamada del espíritu punk desde Londres, la poesía de Jose Yebra se desplaza desde su Cacabelos natal para, una vez superadas las grandes llanuras americanas, proclamar aquí y ahora, orgulloso y honorable como un iroqués, que hay valores que nunca podrán ser derrotados mientras la bondad reine en este mundo.

En septiembre estos títulos ya formarán parte de la Biblioteca y los alumnos de Yebra podrán aprender y disfrutar de su sincera obra poética.