Semana 2: «Equipado pa’ la guerra», Felipe G.L.

«Sé que esa bala hirió su corazón». Acabó mi abuela de contar la historia, estuve pensando toda la noche en esa frase. A la mañana siguiente tenía clase de Historia, en cuanto acabó la clase resonaron esas mismas palabras en mi cabeza: «sé que esa bala hirió su corazón». Cuando llegué a casa le pregunté a mi abuela que de dónde era esa historia, ella me dijo que de la guerra civil. Después de un largo día, ya era hora de irse a dormir.

– ¡Despierta, soldado!

– ¿Dónde estamos?

– ¡26 de julio del 38, nos asalta el bando nacional, frente del Ebro!

Me levanté y cogí mi fusil. Vi mi vestimenta, iba de azul. Había gente de verde a mi alrededor, así que recargué mi arma y me dispuse a disparar. Había uno al fondo, le apunté y le volé la cabeza. Había una persona de mi bando al lado mío, estaba mirando una foto familiar. Al noroeste pude distinguir a una misma persona, debía de ser su padre; él apretó el puño y le disparó. «Esa bala también tuvo que herir su corazón», pensé. De pronto, vi un resplandor al fondo: había una esvástica NAZI. Pensé que era mi final, y lo era… ¡vamos a morir todos!

Semana 1: «Lo bueno dentro de lo malo porque tu corazón es un delito», Daniel G.T.

Era mi primer día. Trabajo en una comisaría, soy el «nuevo» y la gente me mira mal. He conocido a una chica, se llama Laura y me cae bastante bien; bueno, más bien caía, ya veréis por qué.

Laura y yo éramos inseparables, íbamos a todos los lados juntos y resolvíamos crímenes en equipo, pero me daba la sensación de que estaba obsesionada conmigo. Tuve que hacer un interrogatorio a una chica sospechosa de lanzar a su bebé desde un quinto piso, pero al salir Laura me dijo:

– No hables más con ella.

Mi teoría estaba muy avanzada, pero no podía confirmar nada. Por la tarde, Laura me invitó a su casa y yo acepté (le podría sacar algún dato interesante). Le pedí ir al baño,ella me dijo que me acompañaría, pero yo le dije que no hacía falta. Me metí en el baño y mi teoría se confirmó: ¡había fotos mías en un panel! Me giré y me encontré a Laura apuntándome con una pistola:

– Ahora que lo sabes es hora de que llegue tu final – dijo.

Puse en práctica mis dotes de artes marciales y la empujé, le cogí la pistola y…

– ¡Por Dios! – grité.

Le había disparado. Asumí los cargos y me llevaron a la cárcel. Hoy en día sigo allí, esperando que alguien lea mi historia y me comprenda, porque sé que esa bala hirió su corazón.