La directora hace entrega del segundo premio en la categoría de 3º y  4º de la ESO   a la alumna Noah Gonzláez Martínez.

 

 

 

 

 

 

 

La directora hace entrega del primer y segundo premio de la categoría de 1º y 2º de la ESO a Amieva Rodríguez Navarro y Alejandro de la Puente Valverde. Además, entrega el primer premio de la categoría de 3º y 4º de la ESO a Lucía Rodríguez Álvarez.

 

 

 

Fallo del concurso de microrrelatos día del libro, 23 de abril 2023

1ª categoría, 1º y 2º de ESO

1º Premio: El lápiz mágico, de Amieva Rodríguez Navarro, 1ºESO E

2º Premio: No corras en el tiempo, de Alejandro de la Puente Valverde, 1º ESO E.

2ª categoría, 3º y 4º de ESO

1º Premio: Cicatriz, de Lucía Rodríguez Álvarez, 3º ESO A.

2º premio: La persecución, de Noah González Martínez, 4º ESO D.

El lápiz mágico

Érase una vez un niño de tres años que fue a comprar un lápiz con su padre. Y cuando llegaron a casa con el lápiz, el niño lo  probó y le dijo al padre: -¿Papá, papá, este lápiz tiene poderes mágicos! -¿Qué poderes hijo?  -Su poder es que puedes escribir con él.

No corras en el tiempo

-¡Hola, Alejadranda! -dijo mi madre.

-¡Hola! -le respondí. Maná odio el instituto. Volvía de ese lugar, estaba agotado.

-¡Aprovecha y disfrútalo, cuándo trabajes ya te quejarás!

-¡Quiero ser mayor y ganar dinero! ¡Quiero tener una casa, un coche…!

-¡Eh, a trabajar!, me sacó bruscamente mi jefe de mi ensimismamiento en mis recuerdos de mi infancia.

La monotonía de la oficina me dio un latigazo.

Cicatriz

La mujer de ojos celestes se encontraba de pie frente al espejo de su camarote, inmóvil, dejando que la luz de la luna que se colaba entre las cortinas de la ventana abierta iluminase su pálido rostro, embriagándose con el dulce aroma del aire de aquella noche de verano. Contaba con precisión los latidos de su corazón, como tenía por costumbre aquellas noches, mientras clavaba su penetrante mirada en la delgada cicatriz que le recorría la frente. Cuando llegó al latido numero cuatrocientos cuarenta y ocho, cuadró los hombros y salió del camarote con paso decidido. Se movía de manera grácil, deslizando sus pies descalzos sobre la madera de la cubierta sin hacer el más mínimo ruido. Llegó a la peurta que estaba buscando y de manera metódica forzó la cerradura, que emitió un quejido sordo al ceder. Se adentró en la oscuridad de la habitación y se inclinó sobre la cama. Apenas pudo contener un grito horrorizado al descubrir el cadáver ensangrentado del que debía ser su próxima víctima. Reparó entonces en un pequeño papel que reposaba encima del cuerpo, y le temblaron las rodillas al leer el mensaje: «parece que tienes competencia. Y aquí no hay sitio para las dos».

La persecución

No tardamos mucho en darnos cuenta de que ya se había ido. El reguero de sangre nos indicaba sus últimos movimientos. Nos reunimos a pensar en un plan, esta vez no se nos podía volver a escapar. Tras reflexionar salimos corriendo, siguiendo el rastro, estaba herido, no podía andar muy lejos. Buscamos durante horas, pero fue imposible encontrarlo. Volvimos a casa desolados, llevábamos semanas sin comer y cada vez costaba más mantener en pie a la manada.