¿Pero por qué deben los jóvenes estudiar filosofía? ¿Y qué nos dicen sobre esto los viejos y sesudos filósofos? Pues, la verdad es que, como sobre casi todo en filosofía, no hay mucho consenso. Juzgue cada quien:

“Nadie por ser joven dude de filosofar ni por sentirse viejo se abstenga de ello… Pues quien dice que no le ha llegado la hora de filosofar o que ya le ha pasado es como quien dice que no se le presenta o que ya no hay tiempo para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo: el uno para ser a un tiempo joven y maduro, y el otro para que, envejeciendo, se rejuvenezca»

Epicuro, Carta a Meneceo

«La filosofía es para los jóvenes templanza; para los viejos consuelos; para los pobres riques; y para los ricos adorno»

Atribuido a Diógenes de Sinope por Diógenes Laercio

«Yo no creo que razonar sea, como se dice, un bien para los seres humanos, excepción hecha de una selección, a la que le bastan unas indicaciones para descubrir por sí misma la verdad. A los demás, o bien los llenaríamos de menosprecio injusto respecto a estos problemas, cosa inconveniente, o bien los llenaríamos de una vana y necia suficiencia por la sublimidad de las enseñanzas recibidas»

Platón, Carta VII

«Obsérvese cómo emplea mejor el tiempo una juventud deseosa de saber, una juventud que recibe del dogmatismo ordinario tan numerosos y tempranos estímulos, sea para sutilizar cómodamente sobre cosas de las que nada entiende y de las que -ni ella ni nadie- entenderá nada, sea incluso para tratar de descubrir nuevos pensamientos y opiniones, y para descuidar así el aprendizaje de las ciencias rigurosas»

Inmanuel Kant, Crítica de la Razón Pura, Prólogo a la segunda edición

«Justo porque los errores tempranamente imbuidos son en su mayoría imposibles de extinguir, y porque el juicio es la facultad que más tarde madura, se debe mantener a los niños hasta los dieciséis años libres de todas las teorías que puedan contener grandes errores, es decir, de cualquier clase de filosofía… y no debemos permitir que se ocupen más que en disciplinas en las que no es posible ningún error, como las matemáticas, o en las que ninguno reviste mucho peligro, como las lenguas, la historia natural, la historia, etc.»

Arthur Schopenhauer, Parerga y paralipómena, 28, «Sobre la educación»