“Éxito”, del latín “exitus”, “salida”. Es la aceptación que tiene alguien o algo.

Seguramente la mayoría de nosotros está en la fase de querer tener un trabajo exitoso y ganar dinero, para aparentar durante tres semanas de vacaciones al año que nuestra vida es un éxito, pero no saber muy bien qué estudiar o qué hacer. Y me pregunto: ¿debemos escoger lo que realmente nos puede dar éxito y dinero, o lo que nos apasiona?

Charles Bukowski escribió una vez un libro titulado La senda del perdedor (muy recomendable). El protagonista del libro me recuerda un poco al tipo de gente que escoge el éxito, la fama y el dinero. Parece claro que lo mejor a lo que se puede aspirar en esta vida es a tener toda clase de lujos y comodidades, pero yo creo en lo contrario. El tener muchos títulos, coches o vestidos no te hace mejor que un pluriempleado, a quien le cuesta llegar a fin de mes, pero es feliz disfrutando de su vocación, porque realmente ama lo que hace.

Vocación, del latín “vocatio”, “acción de llamar”.

Está claro que con sólo 17 o 18 años es muy complicado saber qué es lo que te llama. Pero ese es el verdadero camino al éxito: ir forjando paso a paso el trayecto para hacer lo que te gusta en esta vida. El deseo de ganar dinero no te hará diferente a los demás; tu vocación y tus ideas, sí. Eso es lo que diferencia a los grandes genios. Y, aunque el camino pueda ser duro e ilógico, recuerda que el tipo que creó Internet no estaba siendo lógico.

Aun así, muchas personas prefieren no salirse del rebaño y seguir, como mejor puedan, en su particular senda del perdedor. Es natural. Es mucho más fácil que alguien te diga qué hacer, que tenerlo que pensar por ti mismo. Por algo hay lugares donde las dictaduras funcionan.

Finalmente, solo quería desear suerte a todo aquel que este leyendo esto en sus futuras decisiones en busca del camino hacia el éxito. Pero, sean las que fuesen, le recomendaría que prestase atención al monólogo inicial de la película “Trainspotting” (1996), de Danny Boyle, que se reproduce en la imagen de este artículo.

Luis Martin Bayod Cuevas