Desde el origen de la sociedad, ha sido necesario gestionar los conflictos que surgían en la convivencia. Se han buscado mecanismos para resolver dichos conflictos, sin socavar la autonomía de cada persona. El objeto de las obligaciones jurídicas ha sido las acciones que afectaban a la libertad de los demás. Las leyes y la amenaza de castigo por su incumplimiento han sido las que han regulado las relaciones entre los ciudadanos.

La libertad de las personas no debe restringirse en nombre del bienestar común. La única restricción válida de la libertad de alguien es la libertad de los demás.

Al legislar, se regulan las obligaciones a los ciudadanos. Se está restringiendo la libertad, pero a la vez también la incrementamos. Yo estoy supeditada a una ley y por ello pierdo libertad. Pero también se incrementa mi libertad, al estar también sujetos a dicha ley los demás ciudadanos.

¿Sin embargo, restringen todas las leyes civiles la libertad de forma justa o hay leyes que podrían ser menos restrictivas por mor de esa justicia? Si atendemos a Kant, todas las leyes tienen que ser elaboradas con el fin de la libertad. Por ejemplo: el que se legisle que no se tiene la libertad de ocupar cualquier casa para vivir es por preservar la libertad de otros ciudadanos; en este caso, la del dueño de dicha vivienda.

No obstante, en estos momentos, me entran dudas sobre si realmente todas las leyes civiles que restringen la libertad están elaboradas realmente en aras de la libertad de los demás. Hay leyes que están elaboradas para un bien común y no con el fin de la libertad, como puede ser la ley de expropiación o, como ejemplo muy claro y actual, toda la legislación elaborada alrededor de la pandemia.

Las leyes pueden entrañar mucho peligro, pues siempre rozan la fina línea a partir de la cual se recorta la libertad, sin que se vea claramente su objetivo o beneficio. Es más, a veces puede tenerse la impresión de que ese fin no es la libertad ni el bien común, sino sólo el bien de unos pocos. De hecho, a lo largo de la historia se ha visto cómo se han tenido que derogar leyes precisamente por esa coerción mal entendida. También es peligroso quién legisle. Hay quien defiende que, incrementando la coacción, se dará más libertad a la sociedad, cuando realmente lo que se busca es tener la libertad de coaccionar a la sociedad; y conseguir lo que la gente nunca hubiera hecho de ser libre de elegir por sí misma. Pienso, por ejemplo, en la ley del aborto.

Cuanto más compleja se ha hecho la sociedad, más evidente es que la libertad y la coacción dependen de la legislación; de ahí que tenga que estar muy claro que la ley tiene que completarse con la libertad (ley y libertad) y no tener que elegir entre ambas (ley o libertad).

Elsa Martín Blanco