Cuando pensamos en salud mental, lo primero que nos viene a la mente es la típica imagen de una persona con una camisa de fuerza, siendo atendida por un conjunto de médicos, a rebosar de fármacos, y todos aquellos tópicos que salen en las películas.
Sin embargo, la salud mental es algo más que esa imagen. La salud mental incluye nuestro bienestar emocional, psicológico y social y afecta a la manera en que sentimos, pensamos y actuamos. Influye en nuestras decisiones, en nuestras relaciones y en nuestra manera de afrontar la vida.
Entonces, ¿por qué es importante la salud mental?
- Porque nos ayuda a estar bien físicamente.
- Porque nos ayuda a afrontar el estrés de cada día.
- Porque nos ayuda a establecer relaciones sociales sanas y satisfactorias.
- Porque nos ayuda a desarrollarnos personal y socialmente.
- Porque nos ayuda a tener una vida plena.
- Porque nos ayuda a desarrollar nuestro máximo potencial.
- Porque nos ayuda a conseguir nuestros objetivos.
Y si la salud mental es tan importante, ¿por qué no cuidamos la salud mental de los/as más pequeños/as?
La Fundación ANAR, en el informe realizado en el año 2020, pone la voz de alarma sobre la salud mental infantojuvenil. Es cierto que la pandemia y el confinamiento nos han producido secuelas físicas, psicológicas y sociales a todos y todas. Sin embargo, en la infancia y adolescencia, esta situación ha disparado los problemas psicológicos de manera preocupante.
Además de la pandemia, las redes sociales, videojuegos, el ritmo de vida, producen en los más pequeños y pequeñas situaciones estresantes que es importante abordar.
Como padres y madres, ¿Cuáles son las señales a tener en cuenta para detectar un problema de salud mental en nuestros hijos e hijas?
Cuando se trata de la salud mental, en ocasiones resulta complicado saber qué es normal y adecuado a la edad y qué es un problema. Sin embargo, debemos tener en cuenta estos signos de advertencia:
- Tienen poca energía, no les apetece hacer nada, cuando antes rebosaban de vida.
- Se aíslan de los demás o dejan de hacer actividades que antes les gustaban. Dejan de salir con los amigos en infancia tardía, preadolescencia o adolescencia.
- Cambian sus hábitos alimenticios (comen en exceso, o no comen) o de sueño (aumento o disminución de las horas de sueño).
- Manifiestan dolores o molestias inexplicables. Pueden tener náuseas, vómitos, gastroenteritis… sin una causa física.
- Muestran nerviosismo y ansiedad ante determinadas situaciones o sin un motivo claro
- Están poco motivados o motivadas, se olvidan de hacer los deberes o de estudiar para un examen.
- Están tristes, lloran sin un motivo aparente (o por todos los motivos), o se encuentran irascibles y coléricos.
- Se muestran enfadados/as o asustados/as sin un motivo claro. Se pueden mostrar crueles, déspotas o “insoportables».
- Pueden cambiar su forma de relacionarse con los demás.
- No les importa nada.
- No sonríen ni se muestran felices.
- Tienen cambios de humor que afectan a las relaciones con los otros o dentro de la familia.
- Tienen o verbalizan pensamientos y/o sentimientos negativos, de desesperanza o apatía.
- Piensan en autolesionarse, o ya lo han hecho.
- Empiezan a tener dificultades en el colegio o instituto, suspenden cuando antes no lo hacían, se meten en peleas…
Ante cualquiera de estos signos, es fundamental establecer contacto con pediatras y con el servicio de orientación educativa del centro escolar. Estos profesionales podrán ayudar a detectar si existe algún problema de salud mental y, derivar a otros/as especialistas que ayudarán a nuestros/as hijos/as a superar estas dificultades.