La Covid nos ha sacudido con fuerza, hasta el punto de cambiar nuestra vida. La comunidad científica ha hecho un esfuerzo considerable para conseguir la vacuna en tiempo récord. En todo el mundo se ha trabajado duro y han surgido varias vacunas, que parece que pueden ser determinantes para superar el problema de la Covid.

Pero ahora que tenemos las vacunas, surgen las dudas. La gran mayoría de la gente las ha acogido con gran alegría y se fía completamente de ellas. Pero ha surgido una corriente que duda de que sean buenas, e incluso piensan que nos pueden provocar enfermedades, adicciones… o vete a saber qué.

Las razones a favor de la vacuna son claras. Si la vacuna es buena, nos protegerá de contraer la enfermedad y, por tanto, poco a poco recuperaremos nuestra vida. Si las vacunas son eficaces no cogeremos la enfermedad y, con el tiempo, podremos quitarnos la mascarilla, y sacudirnos el miedo que tenemos de visitar a nuestros parientes más ancianos por temor a contagiarlos. La vacuna, si es eficaz, convertirá la Covid en una simple gripe o algo parecido a alguna enfermedad de las que ya prácticamente están superadas.

Las razones en contra son variadas. Hay gente que dice que no son vacunas convencionales, y que no deberían ni llamarse vacuna. Y tienen parte de razón, porque no llevan el virus muerto como las vacunas tradicionales, sino un ARN mensajero que hará que nuestro propio cuerpo fabrique anticuerpos del virus. Eso es algo experimental que da mucho miedo a la gente.

Por otra parte, la rapidez de su aparición y lo poco probadas que están debido a la prisa por hacerlas nos generan dudas de su funcionamiento y de que puedan provocarnos más perjuicios que beneficios. Además, parece claro que las grandes farmacéuticas se lanzaron a una carrera para ser la primera en tener la vacuna y comerse el pastel económico que generara la misma. Estas multinacionales tampoco se hacen responsables de los posibles efectos adversos que pueda producir la vacuna.

Todas estas cosas nos hacen dudar de que la vacuna sea tan eficaz como dicen.

Y, por último, se habla de que se obligara a todo el mundo a ponerse la vacuna, quiera o no. Se dice que incluso se podría echar a alguien del trabajo o no contratarlo para uno nuevo si no acepta ponerse la vacuna. Esto me parece poco ético. Pero admito que el dilema es difícil de resolver. Por un lado, deberían dejar a la gente actuar libremente y que cada uno decida si ponérsela o no. Por otro lado, si no se la ponen y contribuyen a difundir la enfermedad, estarían faltando a su deber de solidaridad y respeto del derecho a la salud de los demás.

Analizado y valorado todo, mi opinión es que la vacuna es buena, y creo que con el tiempo será eficaz en el tratamiento de la enfermedad. Hay que fiarse de la ciencia y la labor de los científicos.

Raquel Fernández Sánchez