La muerte no existe. ¡Absurdo, ridículo y descabellado! Eso parece. Pero, parémonos a pensarlo.

Para que algo exista, decimos que ha de tener un principio y un fin, el más sencillo ejemplo: la vida. Comienza con el nacimiento y termina con la muerte. Un punto de partida, un desarrollo y un desenlace. Pero, paradójicamente, su final no termina ¿no es así? ¿O tal vez sea que no tiene ni principio ni final? Podríamos decir que la muerte se inicia con el fin de la vida. ¿Pero dónde acaba la muerte?  ¿Tiene acaso diferentes fases? Lo demostrado científicamente hasta el momento es que, después de darse por terminada nuestra existencia, no hay nada más. Nadie ha demostrado la evolución de la defunción humana, más allá de la degradación del cuerpo hasta limitarse a mero polvo.

Por lo tanto, siendo fiel a la definición de existencia, con un comienzo y una conclusión, la muerte no sería más que el término dado a la última fase de la vida. Es decir, que no existe. Al no existir, se eliminaría un miedo generalizado y gozaríamos plenamente de la vida. El inconveniente: nuestro entorno.

Estoy abierto a ser rebatido.

Adrián Terente del Campo