Hay libros que te hacen pensar, recordar…

No tenemos tiempo para leer todos los libros que queremos. Es un hecho. Hay demasiados libros en este mundo (como para que luego digan algunos que no les gustan los libros…¿qué libros, almas de cántaro?) como para llegar a todos.

Pero parece que algunos son necesarios, si quieres estar al día de la actualidad. Así que, ha caído uno de Annie Ernaux, nuestra flamante premio Nobel. Le ha tocado a El lugar.

Este libro es la definición de corto pero intenso, de pequeño pero matón, de ojo con los frascos pequeños que suelen llevar perfumes o venenos ( y a ratinos, este librín huele a rosas y a ratinos, quema venas)

Y es que, con un estilo seco, certero, Annie Ernaux analiza y rememora su relación con su padre tras la muerte de este; la vida que llevaron él y su mujer; los orígenes humildes, faltos de lo básico y no digamos del glamour de la burguesía que los rodea, a la que aspiran y que llegará a ser patrimonio de su hija. Gracias a ellos pero no para ellos.

Y es que hay padres y madres, que quizás no hayan sido granjeros o jornaleros pero han sido pobres e incultos y han volcado sus sueños en los de sus hijos y en un futuro mejor, sea cual sea ese futuro y esa mejora. Hoy tenemos carreras y másteres. Quizá no somos motivo de vergüenza en el plano intelectual pero algo más habrá.

Supongo que es ley de vida avergonzarse de los padres en algún momento. No son lo suficientemente guapos ni modernos; no tienen conversación atractiva ni presencia adecuada en los círculos que nos movemos. No resuelven en oficinas ni en boutiques porque ellos son de tiendas de barrio.

Quiero creer que el tiempo nos pone en nuestro sitio y que no será nunca tarde para reconocerles méritos, para alabar sus faltas, que en el fondo son las nuestras pero con otras pintas.

De momento, quizás sea hora de pensar en la próxima comida familiar. Habrá que preguntarles a nuestros padres muchas cosas sobre sus vidas. Porque el tiempo no es eterno.