Partidarios y detractores…Vamos, los forofos y aquellos a los que el balompié no les dice nada…

¿Cuántas veces habéis discutido por las cantidades de euros que ganan los futbolistas? Seguro que es un tema que os suena porque las sobremesas tienen temas estrella y este es uno de ellos (del resto de los temas ya hablamos otro día)

Pues tenéis que saber que este debate es muy viejo. Pero muy muy viejo. Y si no, mirad qué nos cuenta Irene Vallejo al respecto.

Por cierto, en la antigüedad, los patrocinadores ¡lo llevaban claro!

«¿Damos demasiada importancia a los deportistas? ¿Tiene sentido convertirlos en héroes?¿Aplaudimos que se les paguen cantidades exorbitantes en comparación con otros profesionales indispensables, por ejemplo quienes se dedican a la medicina o la educación? Este debate es más antiguo de lo que podríamos pensar -milenario-. Y el primer indignado fue un filósofo griego del siglo VI a.C. 

Un pensador nacido en torno al año 570 a.C. en la ciudad jonia de Colofón -hoy Turquía-, criticó a sus contemporáneos por dejarse fascinar por los deportistas, mientras orillaban con indiferencia a las personas sabias.

Jenófanes de Colofón citado por Ateneo X, 413 (traducido de la edición de Hermann Diels): 

«Si alguien obtuviese la victoria por la rapidez de sus pies, o en el pentathlon – donde se halla el recinto sagrado de Zeus cerca de las fuentes de Pisa en Olimpia- o en la lucha, o en el hábil y cruel pugilato, o en ese terrible juego llamado pancracio, él resultaría admirado a los ojos de sus conciudadanos, ganaría un lugar de honor en las competiciones y su manutención a expensas de la ciudad así como un obsequio que sería un recuerdo para él.

Estela funeraria de mármol encontrada en El Pireo (400-375 a.C.) Un joven desnudo practica con una pelota en la palestra. El niño que lo observa es su esclavo. #NationalArchaelogicalMuseumofAthens 

Así también si alcanzase un premio con sus caballos sería acreedor a todas estas recompensas aunque no fuese tan digno como yo, pues nuestra sabiduría es mejor que la fuerza de los caballos y de los hombres. Carece, por cierto, de fundamento y no es justo preferir la fuerza al noble saber. Pues si hubiese entre los ciudadanos un buen púgil un experto en las cinco pruebas o un excelente luchador o alguien imbatido en la carrera -virtudes todas apreciadas en los juegos- no por eso la ciudad estaría mejor gobernada»».