– ¿No es así, señoría? Si no hay pruebas, no hay delito. ¿Cierto?
Las personas presentes empezaron a murmurar en mi contra. Fue entonces cuando la jueza dijo:
– ¡Silencio en la sala! ¡He tomado una decisión! ¡Te declaro inocente!
Salí escoltado de la sala hasta llegar a mi coche. Justo antes de irme, una pistola me apuntó y…
– ¡Corten! ¡Muy buena toma! ¡Gran actuación!