Categoría: audio libro (Página 2 de 4)

okupas

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«Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venia impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la puerta antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad. Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene: —Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo. Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados. —¿Estás seguro? Asentí. —Entonces —dijo recogiendo las agujas— tendremos que vivir en este lado. Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.»

la foto salió movida

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El 1962, año en que apareció  «Historia de Cronopios y Famas», fallecía la buena de Marilyn al tiempo que Peter Parker, contaminado por un bichito radiactivo, se convertía en el increíble Hombre-Araña. Y no era el único. Por aquel entonces el mundo todo se preparaba para soportar las fiebres de tanto ensayo nuclear, obsesivo recurso del matonismo bélico internacional. También inventaron un cristal que dejaba pasar las moscas. La mosca venía empujaba un poco con la cabeza y pop, ya estaba del otro lado. Alegría enormísima de la mosca. Todo lo arruinó un sabio húngaro al descubrir que la mosca podía entrar pero no salir, o viceversa, a causa de no se sabe qué macana en la flexibilidad de las fibras de este cristal, que era muy fibroso. En seguida inventaron el cazamoscas con un terrón de azúcar dentro, y muchas moscas morían desesperadas. Así acabó toda posible confraternidad con estos animales dignos de mejor suerte. Hace cincuenta años, mientras la humanidad se preparaba para experimentar la gran apoteosis nuclear, los obispos almidonaban su ropa interior y preparaban los oscuros talares para celebrar el Concilio Vaticano II, conocedores de que, desde lo más alto, la divinidad cedía protagonismo a las sondas Mariner y Спутник, en caída libre hacia la distante Venus, pobrecilla. Sirvan estos recuerdos para ilustrar algo de lo que ya no guardo memoria porque figura a la cabecera del artículo y no soy yo de los que se solazan leyéndose a sí mismos, sabiendo que hay tantos textos meritorios que van a la caza de lectores profundos y reconcentrados que nunca olvidan lo que les pasa por la cabeza, como aquellas famas que recomendaban embalsamar los recuerdos de la siguiente manera: luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: «Excursión a Quilmes», o: «Frank Sinatra». Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: «No vayas a lastimarte», y también: «Cuidado con los escalones». Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras que en las de los cronopios hay gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.

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nina lee a yeats

Nina es una alumna de primero de la eso. A la hora del recreo baja las escaleras como una exhalación, camino del patio. O de la biblioteca. Nina puede expresarse correctamente en dos idiomas diferentes. También lee estupendamente, tanto en inglés como en español. Dice que la poesía no es su fuerte, pero tiene un libro de Yeats en casa y recita con naturalidad «The Stolen Child». Por eso le pedimos que nos regale su voz, cosa que hace de mil amores. El resultado es esta pequeña grabación con la que completamos el homenaje al poeta irlandés. Para que no se sienta sola, hemos rescatado un registro en directo de Loreena McKennit. Esta canadiense pelirroja cuenta con un caudal de voz que pone la piel de gallina… Os dejamos en la compañía de la una y la otra. No importa que no entendáis nada… escuchad, simplemente…

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leer matemáticas

Una alternativa perfecta a la tradicional prevención estudiantil hacia las matemáticas es intentar entenderlas. Posiblemente la matemática sea ese idioma universal que permite describir con precisión la estructura de la naturaleza, y cuyo significado está al alcance de todos cuantos se aproximan a su gramática con disposición y sin reservas. Los que saben de lo que hablan, confiesan que una ecuación puede ser tan bella como una poesía, y que un sistema bien construido tiene la solidez y el equilibrio narrativo de la mejor de las novelas. Pero los curiosos que observamos desde la barrera lo que pasa en el albero, nos damos por satisfechos cuando algunos autores nos franquean el acceso a este fascinante campo del conocimiento, invitándonos a dejar fuera los viejos prejuicios escolares antes de pasar a lo que sería la antesala del gran corpus matemático construido a lo largo de cientos, miles de años, y que hoy es motor de las ciencias, las artes y la tecnología. En la biblioteca te puedes encontrar libros como los de Georges IfrahIan Stewart o  Martin Gardner, éste último recientemente fallecido, y que fue comentarista, entre otras, de narraciones «matemáticas» como Alicia en el país de las maravillas. Porque la relación entre matemáticas y literatura no es tan remota, como atestiguan muchos, pero que muchos ejemplos… Pero eso ya es otra historia. Otra historia matemática

con el permiso de vuesas mercedes…

…hazemos público y dejamos aquí impreso por la nuestra voz los mil escarnios del Lázaro desamparado, y de lo que le acaeció en Salamanca, donde allí estava con el ciego, y a su servicio, tentando por él calles y caminos, aunque el ciego, que lo era de vista, no lo era de mientes ni tarado…

el frío en la literatura: Maru, Pablo y los calcetines

El poeta no cabía en sí de gozo: la buena de Maru le había obsequiado con unos calcetines de lana (¡bendita lana! ¡benditos calcetines!), que más allá de procurarle confortable abrigo, encendieron las luminarias festivas de su inspiración, alumbrando esta “oda a los calcetines”, que hallaría continuidad en los desaforados cantos de Neruda a la alcachofa, la cebolla, el caldo de pescado, el tomate, el libro o el jabón, algunas de ellas recopiladas en sus «Odas Elementales«. Si no te lo crees escucha este audio que te hemos preparado o, mejor aún, date una vuelta por la biblioteca y verás (por no decir «leerás»).

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