Hace muy poco tiempo conversábamos con Don Daniel en su Maison du jouet rustique de Pujols (Lot-et-Garonne, Francia). Allí expone la encantadora colección de juguetes que el visitante puede manipular muy a su sabor (a veces incluso con más vigor del que son capaces de resistir los frágiles mecanismos). A simple vista podría pensarse que la reducida estancia contiene todo el museo. Pero la apreciación es precipitada y engañosa: por cada objeto, Don Daniel multiplica los florilegios, que desdobla en un sinfín de pliegues abiertos a la antropología, la historia, la sociología y el folclore, eso sin contar los guiños a la física y la matemática práctica que componen un curioso mosaico de ciencia viva. Solo por eso ya merece la pena detenerse en este bonito pueblo aquitano. Pero si el viajero trae tiempo y ganas en el zurrón, descubrirá a poco que a su condición de gran conversador Daniel añade la de erudito, conocedor de los Quijotes de Cervantes y Avellaneda y verdadero exegeta de cuantos pasajes se nos antojen. Prueba de ello es su lenguaje, un español sin máculas que suena a clásico de tan leído y repasado, aderezado con palabras macizas que uno creía olvidadas en el baúl de la academia. Daniel Descomps es un espíritu libre inspirado en el caballero de La Mancha, y quién sabe si el genio redivivo de tan afamado personaje. Por todo lo dicho hasta el momento, cabe dedicarle a él y a todos cuantos mantienen viva la llama de nuestra lengua un modesto homenaje en el día de las letras, un veintitrés de abril del que se sabe suficiente como para afirmar que no se corresponde con la muerte Cervantes, que ya había fallecido para entonces, ni con la de Shakespeare, que seguía vivito y coleando. Puede ser que ni siquiera el Inca Garcilaso de la Vega desapareciera en fecha tal. Pero eso son historias de otro talego. Aprestémonos ahora a celebrar, que va siendo hora…