Noticia bomba: los príncipes se separan. Este es el tipo de encabezamiento que nos garantizará unos segundos de atención por parte del lector ocasional antes de que éste descubra que le hemos tomado el pelo. Escribir en internet es algo así como arrojar un puñado del grava al mar: tanto da que entre cuarzos y dolomitas se escurra alguna piedrita preciosa. Todo se perderá en la inmensidad del océano. Sin embargo, la romántica idea de vaciar la creatividad en el oscuro sumidero de la red es más fuerte que el natural pudor de los autores, convencidos los unos de su mediocridad o, por el contrario, de su inédita genialidad. Fuentes generalmente bien informadas aseguran que la pareja real formalizó ayer noche… Pequeña descarga supletoria que nos posicionará (qué verbo tan horrible. Gracias RAE…) un poco más arriba. Y es que,  ¿qué buscador se puede resistir a las palabras pareja y real? Una competencia demasiado fuerte para el atribulado internetescribidor, desvalido e ignorado como si sus obras completas se hubieran publicado en un paquete de toallitas húmedas . Aunque eso no impide que diariamente la red hierva con nuevos contenidos, críticas mordaces y sonoramente groseras, intentos febriles por hacerse notar, perversos montajes comerciales para incautos, palabras vacías, mensajes rancios y bobos, titulares redactados con plantilla. A todo eso hay que unir la inconstancia del lector, concentrado en el dedo temblón, automático, que le llevará (nos llevará) a su antojo de acá para allá antes de que la pupila se acostumbre al destello de la pantalla. El príncipe residirá a partir de la semana próxima en un piso de protección oficial, propiedad de su cuñado… Otra combinación explosiva: príncipe y cuñado. Puede ser que a la vuelta de unas horas estas frases inconexas e insustanciales (un príncipe, un cuñado, un piso de protección oficial…) alcancen una dimensión desmesurada, su sonoridad se imponga e incluso suplante la verdad a la que poco a poco vamos renunciando, para convertirse después en una escoria fría, negra e inútil, acumulada por capas en los depósitos de nuestra memoria. Tampoco contamos con el tiempo necesario para leer los ochenta mil títulos que se publican cada año en España, así que ni siquiera estamos en condiciones de valorar con garantías el estado de salud de nuestro mercado editorial. Únicamente disponemos, una vez más, de las reseñas y referencias que aparecen en internet, las más de las veces mal documentadas, escritas de oído o descaradamente parciales. En esta tesitura, nosotros nos conformamos con hacer una pausa entre obligaciones para escribir sin compromiso una nadería, a modo de ejercicio mental, para terminar releyendo aquello que nos gustó… Porque en un mundo saturado por billones de letras que no se leen, los textos que alcanzan el limbo de la excelencia son los que se instalan en la antecámara de la razón, aquellos que nos hacen un poco más libres, un poco más sabios; puede que hasta un pelín más infelices. Como dijo Borges: Yo he tratado más de releer que de leer, creo que releer es más importante que leer, salvo que para releer se necesita haber leído. (Del libro «Borges Oral». Alianza Editorial. 1998).