Categoría: de cine (Página 2 de 4)

ripley no ha muerto

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Tom Ripley es el vástago literario más reconocido y reconocible del bestiario particular de Patricia Highsmith. Su personalidad se va construyendo a lo largo de una saga que comprende cinco novelas (no merece la pena dar sus títulos porque todos ellos contienen la palabra «Ripley») publicadas entre 1955 y 1991. Sus orígenes son modestos. Pero el destino le da la oportunidad de conocer el lujo y el derroche, algo que le arrebatará al punto de convertirle en un cínico asesino que diseña su propio ascenso social y económico sobre el cadáver de un joven heredero. Literalmente. A partir de ese momento, Ripley se forja una cómoda existencia entre macizos de flores y obras de arte, aunque nunca abandonará esa pulsión fría que le lleva a cometer crímenes sin el menor asomo de culpa o arrepentimiento. Un tipo curioso este Ripley, porque a ojos del lector su conducta no le convierte en un ser desagradable o aborrecible. Al contrario: la naturalidad con la que aborda cada una de las situaciones es tan verosímil que a pocos se les ocurriría poner en entredicho las motivaciones que le mueven a actuar como lo hace. A Ripley no le han faltado caras cinematográficas: desde Alain Delon (el mejor) y Dennis Hopper hasta John Malkovich (nuestro favorito) y Matt Damon. Todas las adaptaciones son bastante libres para que el contenido argumental le resulte sólido y convincente al espectador no iniciado. Y aunque en algunas se intuye que Ripley es desenmascarado, la justicia nunca logrará probar ninguno de sus crímenes. Patricia Highsmith, su cronista a lo largo de casi cuarenta años, murió en 1995; pero no descartamos que Ripley siga viviendo en alguna villa de la Riviera Francesa o, mejor aún, bajo el sol de Marbella, haciendo de las suyas y amparado, como siempre, por la más absoluta impunidad.

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highsmith o la frustración

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Entre gatos y caracoles, Patricia Highsmith escribió sus historias más memorables: instaló la maldad en personajes que aún nos parecen convincentes porque están muy bien construidos. Quizá el amor que profesaba por felinos y gasterópodos era el que le faltaba por el género humano. Cuenta la propia Patricia que con nueve años leyó un libro de un influyente psiquiatra de la época; los psicópatas que desfilaban por sus páginas marcaron la derrota de la mayoría de las situaciones que comenzara a describir ya con quince años. La mirada de la Highsmith cultivó la simpatía hacia lo siniestro, la dimensión ignorada y desconocida del ser humano, la que nos inclina hacia el «lado oscuro» cuando se dan condiciones para ello. Esta proyección a contraluz nos obliga a entender a los asesinos de Highsmith con cierta empatía; no se trata de elementos sanguinarios ni de criminales sin entrañas. Simplemente son personajes marcados por algún tipo de frustración que se limitan a difuminar esa delgada línea que separa el bien del mal, obligando al lector a ajustarse las lentes mientras le pone en la desagradable tesitura de censurar una conducta o adherirse al homicida sin más contemplaciones. Highsmith nació con aliento de aguarrás (se dice que su madre intentó quitársela de enmedio bebiendo un vaso hasta arriba). Su biografía señala que desde ese momento todo fue a peor. Sin embargo, ni los embates existenciales ni los reveses sentimentales lograron vencer la determinación literaria de la escritora, una mujer alcohólica y huraña, de trato difícil, que supo mantenerse al margen de las modas y, exceptuando la producción (bastante digna, por cierto) de subsistencia, fue siempre fiel a sí misma, lo que contribuyó a convertirla en una escritora de culto, sobre todo en Europa, donde buscó el cobijo que no encontró en su tierra. Hay quien opina que le estilo de Highsmith no casa con el del moderno lector de novela negra, que la psicología minuciosamente depravada de sus personajes les inmuniza contra las etiquetas de «buenos» y «malos» que el cine americano ha contribuido a consolidar. Pero no hay quien niegue que las detalladas, complejas y redondas tramas de sus cuentos y novelas gozan de buena salud y todavía son objeto de rediciones y adaptaciones cinematográficas, alguna de ellas ciertamente mítica, como la de su primer éxito literario, aquel que le permitió dedicarse por entero a la literatura: Extraños en un tren, de 1950. Como bien se sabe, la versión para la gran pantalla fue dirigida por Alfred Hitchcock y adaptada por Raymond Chandler, otro eminente creador alcohólico.

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mr. morris lessmore

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¿Será una percepción particular nuestra o este señor Lessmore tiene un aire como de Buster Keaton? El personaje más logrado es el libro-huevo de Humpty Dumpty, compañero fiel hasta el final del simpático bibliotecario. The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore es un corto dirigido por William Joyce y Brandon Oldenburg que ganó un Óscar en 2012 en la categoría de mejor cortometraje animado. El filme, según sus autores, está inspirado por el huracán Katrina, el mago de Oz y el amor por los libros. Para su realización se emplearon diversos estilos de animación, incluidos el stop motion (se puede admirar un notable ejemplo más abajo), las imágenes generadas por computadora y la animación tradicional. La idea original era que el cortometraje tuviera una duración máxima de siete minutos, pero los artistas se dieron cuenta que no podían disminuirlo a menos de quince minutos sin «perder todo su impacto emocional».

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mary poppins y la banca

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Un banquero ha fallecido. Era un prócer recto, bondadoso e intachable. Generó riqueza incalculable para toda la comunidad sin más ambición que la de servir al prójimo ni más divisa que la del trabajo. El mundo financiero (que también tiene su corazoncito) y la sociedad civil en general están de luto. Pero una duda imperiosa nos devora por dentro: ¿daría alguna vez de comer a las palomas? Esa y otras cuestiones se plantean en la saga de Mary Poppins, escrita por Pamela Lyndon Travers, aunque la referencia más inmediata es la de la película de Disney que, dicho sea de paso, recibió un montón de óscares. Pamela (que en realidad se llamaba Helen) y Walt (que en realidad se llamaba Elías) discutieron hasta la extenuación sobre el personaje de Mary, que Helen-Pamela no reconocía como suyo en la gran pantalla. Al final el dinero de Disney se impuso y Travers se limitó a mostrar sus desacuerdos hasta el momento mismo de su muerte. Ambos dos eran personajes un tanto siniestros, pero no se sabe si queriendo o sin querer, el mensaje de la obra es fresco; la protagonista es una mujer no precisamente bella, de marcada personalidad, libre e independiente. Eso por no hablar de las pequeñas dosis de crítica social y la acertada descripción de la avaricia financiera, la misma que nos convierte a todos en esclavos de unas necesidades impuestas, derivadas de una lógica bursátil incompatible con el gesto de repartir unas miguitas de pan a interés cero.

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rosebud

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Con un buen guión se puede firmar una excelente producción cinematográfica. También es posible que el mejor guión del mundo no salve a un director chapucero. Pero lo que sí está claro es que no hay película de mérito sin un guión a su altura. Los que han podido leer guiones de cine antes y después de la producción de un film son capaces de detectar hasta qué punto un guión es como una partitura que implica tanto al autor como al intérprete. «Leer» cine es, a veces, decepcionante. En ocasiones son textos sin filo, prolegómenos de la imagen que aun está por llegar. Otras veces apuntan a un horizonte cinematográfico tan lejano que de entrada hay que compadecer al director que le toque lidiar con tal morlaco. Sin embargo, en internet podemos encontrar joyas donde podemos descubrir las huellas que nos llevarán hasta la cima del del séptimo arte, como este impresionante preámbulo a una de las historias más grandes jamás filmadas, escrito por el tándem WellesMankiewicz, que no es moco de pavo:

Atravesando la ventada se descubre una cama. La luz se apaga de repente y se vuelve a encender poco a poco. En la cama, una forma humana. Un chalet de montaña cubierto de nieve. Caen grandes copos. Se trata de una pequeña bola de cristal en la que una imitación de nieve cubre un minúsculo chalet. En el interior de la bola también hay un pequeño trineo cubierto de nieve. Una mano sostiene la bola. Unos labios se mueven murmurando con voz cavernosa:

KANE Rosebud…

La mano suelta la bola de cristal. Ésta cae por los escalones hasta acabar rompiéndose con gran estrépito. En reflexión sobre un trozo de cristal se ve, ligeramente deformado, abrirse la puerta de la habitación y entrar una ENFERMERA que se precipita hacia el cuerpo extendido en la elevada cama. Se inclina sobre el muerto, le dobla un brazo sobre el pecho y le cubre el rostro con la sábana.

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Salvando las distancias, en Luces también hemos filmado una producción de gran presupuesto… artístico sobre los firmes cimientos de un guión impecable. Se trata de un thriller psicológico, donde se combinan la mejores esencias del género. El resultado: un corto intenso, duro y descarnado que no da tregua al espectador. Con él os deseamos unas dichosas vacaciones estivales que podéis aprovechar, por ejemplo, para aprender cosas…

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Mala leche from Mar Rojo Producciones on Vimeo.

tiene narices

Cyrano, que no era de Bergerac, antes de ser personaje fue autor; tiempo atrás había sido soldado; casi al final de su vida se interesó por la ciencia y la alquimia. Y a buen seguro que la cosa no hubiera quedado ahí, pero un voluminoso leño caído del cielo le partió la crisma sin concederle turno de réplica. Tenía treinta y seis años. Y toda una vida por delante… mejor dicho… por detrás. Cyrano fue un tipo libertino —un radical que diríamos ahora—, espadachín arrojado y corajudo, habitual de la vida bohemia; congeniaba con la filosofía y la matemática, y fue uno de los que plasmaron literariamente el nuevo pensamiento racionalista de su contemporáneo Descartes, otro mercenario reconvertido en intelectual. Se dice que Cyrano ha sido el precursor de la ciencia-ficción; y es que a nadie sino a él se le hubiera ocurrido describir un viaje a la Luna despreciando todas las convenciones morales y religiosas de la época. «El otro mundo», que así se llama la trilogía, fue publicada póstumamente y aunque tuvo mucho éxito, se retocó sensiblemente para rebajar el tonillo herético que emanaba su contenido. El otro Cyrano, el personaje, se lo debemos a Edmond Rostand. Se puede decir que el narigudo protagonista de su tragicomedia tenía poco que ver con el Cyrano histórico, pero la aportación de Rostand ha sido determinante para que finalmente su apéndice nasal y su romántica gallardía se hayan impuesto a la dimensión literaria e intelectual del bravo espadachín. Actualmente reconocemos a Cyrano de Bergerac en la figura de un popular actor francés que lo encarnó en la gran pantalla. Con más del primer Cyrano que del segundo, este cómico ha sido noticia de actualidad porque ha decidido tributar en otro país, lo que le ha granjeado la antipatía de algunos compatriotas. Desde luego que no ha sido el primero ni será el último que se ponga a salvo de la voracidad recaudatoria de los estados, pero curiosamente su determinación parece estar inspirada en la famosa frase de Cyrano: “Un honnête homme n’est ni Français, ni Allemand, ni Espagnol, il est Citoyen du monde, et sa patrie est partout”.

«Cyrano de Bergerac»

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