John Le Carré ha fallecido. O quizá no. Puede ser que se haya volatilizado, o solicitado una identidad nueva  para infiltrarse en el peligroso CBP ruso. Todo cabe tratándose del padre de Smiley, su alter ego literario… Aunque fue reconocido universalmente como maestro de las novelas de espías, no recibió demasiados galardones porque rechazó gran parte de los que le fueron otorgados, incluyendo los honores que le imponía la Reina (la suya). «Yo no soy un caballo de carreras». Quizá esa sea la causa por la que no obtuvo el premio Nobel (de literatura, como Churchill). Por eso o porque los señores académicos consideraron que la suya era una obra menor, un divertimento sin pretensiones de trascendencia para lectores superficiales. Una especie de Ian Fleming y su Bond, James Bond. Pero ni le Carré es Fleming ni 007 (con aires de David Niven) se parece a Smiley, un hombre bajito, miope y apacible que transita habitualmente por sus novelas, un individuo amoral que se mueve por una especie de patriótico instinto de supervivencia. Lo que se dice un buen profesional del oficio. Y es que John Cornwell (el verdadero nombre de nuestro autor) sabía bien de lo que hablaba. Como espía de la Inteligencia Británica se había tenido que inventar un pseudónimo que ocultara su verdadera condición. Así pudo compatibilizar durante un tiempo el trabajo en el MI6 con la literatura, Pero el éxito editorial determinó la jubilación anticipada del servicio Real en favor de la ficción, mucho más lucrativa. El testamento literario de le Carré está formado por unos treinta títulos. Un grupo de ellos  —llamémosles «los clásicos»— se constituyen en una colección de relatos que establecen lazos y interconexiones, creando un universo de personajes y situaciones fácilmente identificable por el aficionado: Llamada para el muerto, El espía que surgió del frio (Por otro nombre, El espia no vuelve), Asesinato de calidad, El topo, El espejo de los espías, La gente de Smiley o El legado de los espías, ésta última publicada en 2017. Son también populares otras obras que nada tienen que ver con la saga pero que alcanzaron notoriedad editorial y cinematográfica: El jardinero fiel o El sastre de Panamá, aunque en el capítulo de adaptaciones cinematográficas nosotros nos quedamos con The Spy Who Came in from the Cold (1965), de Martin Ritt, con un Richard Burton/Alec Leamas para recordar. William Boyd define a Le Carré como un autor dickensiano, lo que subraya no solo el carácter «serio» de su producción sino ese componente amargo que desvela «la injusticia general del mundo». Muchos de sus emblemáticos títulos (los mejores a nuestro modesto parecer) fueron escritos en la efervescencia del momento histórico, cuando el reloj del apocalipsis nuclear estuvo a punto de señalar la medianoche en punto. Y eso se nota. Puede ser que alguna de estas tramas resulten un tanto anacrónicas y complicadas para el moderno lector de novelas de intriga. Al fin y al cabo se desarrollan en un escenario de tensión internacional casi olvidado, que no remoto, prolongado hasta la glasnost de 1985, el período de transición que precedió el definitivo derrumbe del comunismo soviético. Sin embargo, la lectura de Le Carré siempre tiene la facultad de pasearnos por los bulevares adoquinados de las intrigas, los intercambios, las traiciones, donde todo es falso, todo es aparente como la vida misma. Para el que se sienta más cómodo leyendo sobre un fondo contemporáneo, Le Carré nos ha dejado una novela postrera: Un hombre decente (Agent Running in the Field) en la que aprovecha para cargar sin reparos contra “la absoluta locura” del Brexit que será una realidad, para bien o para mal, cuando publiquemos nuestra próxima entrada aquí.

“Soy muy viejo y he tenido una vida maravillosa. No tengo miedo a la extinción. Solo quiero morir cómodamente”. Le Carré escribió con maestría en la trastienda de un mundo que ya no existe. Ciertamente aquellos no fueron buenos tiempos ni cumple recordarlos con añoranza, pero tampoco preludiaban un porvenir mucho mejor que nosotros nos hayamos propuesto cambiar.
Feliz Nochebuena.

«El Brexit es una autoinmolación. El pueblo británico se dirige a un abismo adonde lo conduce un grupo de aventureros ricos y elitistas que se hacen pasar por hombres del pueblo. Trump es un anticristo. Putin, otro. Para Trump, el rico prófugo criado en una gran democracia aunque algo defectuosa, no hay salvación en este mundo ni en el otro. Para Putin, que nunca ha conocido la democracia, hay un atisbo. Así seguía Ed, en cuyas invectivas se veía la gradual y decisiva importancia de su formación inconformista».

Un hombre decente (2019). Traducción: Benito Gómez