Categoría: vale más que las pesetas (Página 2 de 10)

el Crusoe de Zamorano

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Identificamos entre un montón de libros expurgados un ejemplar de Robinson Crusoe, de la editorial Aguilar (1969). Intentando identificar las virtudes que le faltaban a este ejemplar para ser condenado al ostracismo, se nos ocurrió que: 1) su apariencia no era muy vistosa, aunque estaba en buen estado; o 2) que se trataba de una adaptación anónima, tirando a mediocre. También pudiera ser que 3) la historia ya no fuera del gusto exquisito de nuestros escolares o 4) que los modernos textos de dudosos influencers ágrafos hayan conquistado las cátedras que antes ocupaban textos insignificantes y rancios como La isla del tesoro, Los hijos del capitán Grant o, sin ir más lejos, el Robinsón de Daniel Defoe (espero que la ironía de artificio alcance su objetivo). Sea como fuere, y merced a un donoso y casual escrutinio, de aquella caja de cartón emergió un libro blanco, con manchitas circulares en las hojas de cubierta y las maravillosas ilustraciones interiores de Zamorano que justifican el rescate y la reseña. Profesor de instituto, grabador, ilustrador y artista inquieto, Ricardo Zamorano (Valencia, 1923 – Madrid, 2020) fue opositor al régimen de la dictadura de los de verdad y cuando había que serlo, que utilizó la munición de su talento e hizo del fino trazo de su lápiz motivo de preocupación constante para la censura y la policía. Pero más allá de su significación política, Zamorano es un referente artístico con una producción muy variada a la que no le fue ajena la ilustración de libros.

Muy amigo de sus amigos, sus trabajos iluminaron los textos de algunos que alcanzaron notoriedad, como el Nobel D. Vicente Aleixandre (1898-1984). Otros trabajos menores pasaron más desapercibidos, como los que adornan el libro que traemos hoy aquí, pero no por ello esconden el mérito de un estilo inconfundible. Su fallecimiento no fue recogido por ningún medio, ni grande ni chico, pero puede ser que el amable lector se tope con Ricardo Zamorano sin querer en las paredes del Museo Nacional Reina Sofía (no sabemos si eso es bueno o malo), o entre las páginas de las extintas revistas Triunfo y Hermano Lobo. Y hasta cabe la posibilidad de que las viñetas le llamen la atención. Por nuestra parte hemos intentado rescatar su libro y su memoria. Aun a costa del bueno de Robinsón y del resto de historias que quedaron en aquella caja.

un Romance sonámbulo en ucraniano

La buena poesía tiene ese poder de hacer música con la palabra, de evocar los recónditos paisajes del pensamiento. Si abrimos la ventana y escuchamos con atención, podremos percibir las descargas de la artillería y las detonaciones de los bombardeos, al tiempo que nos engañamos pensando que todo ello ocurre «a muchos kilómetros de aquí».

Pero la experiencia nos enseña que ni la guerra está nunca «demasiado lejos», ni la poesía es «menos perturbadora» que los cañonazos…

entrevista a Ilu Ros (II)

Segunda parte de este encuentro virtual con nuestra amiga ilu Ros para hablar de libros, arte, literatura y poesía…. Mucha poesía… (Leer aquí la primera parte)

Bl• A ese estudiante con inquietudes artísticas, ¿le dirías que se dejara llevar por su vocación o le aconsejarías una opción más, digamos, pragmática?

I.R.• Creo que nunca le diría que traicionara su vocación, eso está claro… Yo me dejé llevar… pero creo que una cosa no está peleada con la otra… Vivir del arte, no os voy a engañar, es algo complicadillo, y no es por culpa de los artistas o los creativos, sino de cómo está estructurado este mundo. Pero aun así es posible. Si se quiere algo hay que pelear por ello, y muchísimo más si estamos hablando de estudiantes que están en el colegio, en el instituto, en la universidad, que son todavía jovencísimos y les queda mucho por delante. Así que, ¡por supuesto! ¡A por ello! En cuanto a ser “pragmático”… Siempre hay trabajo para los creadores… pero hay que buscarlo y ver dónde te puedes situar. Aun así, también se pueden compaginar trabajos distintos, como he hecho yo, porque ya he dicho que hay que pagar facturas… Los comienzos pueden ser duros, pero siempre, siempre hay que seguir la vocación.

Bl• ¿Cuáles han sido tus maestros o maestras inspiradores en esto de la ilustración?

I.R.• Por formación, hice Bellas Artes durante cinco años y después Comunicación Audiovisual. Así que mis referencias primeras no vienen tanto de la ilustración como del video-arte, como Bill Viola. También me encanta (Lucian) Freud, Miró… Me inspiro también en el cine, el documental… me gusta mucho Agnes Varda. Como ilustradores, a los que conocí posteriormente, me gusta mucho Elena Odriozola, Rébeca Dautremer o Paco Roca. No sé. Estoy segura de que si dentro de diez minutos me volvéis a preguntar, me acordaré de otros igualmente interesantes porque encuentro inspiración en el trabajo de muchas personas, e inspiración también en otras disciplinas como el cine. Pero también es importante la observación de lo que me rodea, lo que pasa en la calle… No sé… Muchas cosas.

«Federico es un autor universal, su lenguaje es válido en todas las partes del mundo y para todas las edades. Federico García Lorca habla de lo humano».

Bl• En tu caso dibujar también te ha llevado por el camino de la escritura. ¿Te ves como creadora de historias de ficción?

I.R.• Realmente yo me veía solo como ilustradora. Pero es verdad que siempre he escrito. Se trataba de diarios cuando era más niña, o cosas que pensaba. Sí que tiendo bastante a escribir… mi padre escribe y de siempre me ha gustado la lectura. En casa de mis padres había muchísimos libros. ¿Si me veo como creadora de historias de ficción? Hummm, ¡podría ser! Los ilustradores pueden ser los autores de sus propios libros, aunque algunos cuentan con un guionista o un escritor, y trabajan en tándem. Yo hasta ahora he escrito mis propias historias porque lo veía necesario. El libro anterior, Cosas nuestras, va sobre en la relación intergeneracional entre nieta y abuela. Yo quería hablar de mi relación con mi abuela, así que consideraba necesario describirla yo misma. Es posible que algún día escriba historias de ficción. De todas formas, siempre hay algo de ficción… Aunque Cosas nuestras, por ejemplo, es una obra autobiográfica, no lo es del todo. Hay partes ficcionadas…

Bl• ¿Qué cualidades ha de tener una ilustradora para garantizarse el éxito o, al menos, para ganarse la vida con los pinceles? 

I.R.•  ¡No tengo ni idea! Todavía estoy intentando llegar a conocer qué es lo que garantiza el éxito (Ríe)… No lo sé… Yo creo que hay gente muy buena intentando ganarse la vida dibujando y no consigue hacerlo… La clave está en no tirar la toalla, ser muy constante. Y trabajar mucho. Cualquiera que se haya instalado como ilustrador o se gane la vida en este mundo de la creación ha tenido que trabajar duro para ello. Aunque haya gente que considera que lo artistas no tienen méritos, no es así. Son gente muy constante y pelean mucho por conseguir lo que buscan.

Bl• ¿Crees que ya has consolidado un estilo propio? 

I.R.• Pues no lo sé… Me dicen que mi estilo gráfico es muy reconocible, pero creo que esto al final es algo que se va haciendo durante el camino. Yo percibo la diferencia entre mis dibujos de ahora con los de hace dos años o los de hace cuatro, por supuesto. Así que supongo que ha de ser algo que está en constante evolución.

Bl• Como lectora, ¿qué tres libros ilustrados nos recomendarías para nuestra biblioteca? 

I.R.• Pues no voy a ser muy original… Creo que en cualquier biblioteca pública o de instituto tiene que estar Persépolis de Marjane Satrapi. También recomendaría Mariquita de Juan Naranjo, un libro ilustrado de 2020, y seguramente añadiría Arrugas o La casa, de Paco Roca.

Bl• Echando mano de ese espíritu lorquiano que todo lo ilu-mina, ¿qué le dirías a los jóvenes lectores adolescentes que a veces miran al futuro con recelo y desconfianza?

I.R.• ¡Pues les diría que ellos pueden cambiarlo! Que son ellos los que tienen el futuro en sus manos… Si desconfían de él, si hay cosas que no les gustan, que hagan por cambiarlas, porque son ellos los que pueden hacerlo.

Bl• Si te confesáramos que has conseguido que alguien rebusque por los anaqueles de la biblioteca y lea a García Lorca, ¿tú que nos dirías? 

I.R.• ¡Os diría que me pone contentísima! Porque creo que es una de las cosas que pretendía hacer… Que se vuelva a leer a Federico García Lorca, que se revise, que lo volvamos a escuchar, a leer, a analizar, a disfrutar… porque es un autor universal, su lenguaje es válido en todas las partes del mundo y para todas las edades. Federico García Lorca habla de lo humano. Y creo que es una lectura muy necesaria hoy en día.

Bl• Por último, una pregunta frívola: Federico ha sido un éxito editorial… ¿Has sucumbido a la tentación de hojear tu propio libro en la librería?

I.R.• ¡Por supuesto! (Ríe). Bueno, a ver, no hojearlo por dentro porque ya sé lo que me voy a encontrar, pero sí mirarlo así, como a lo lejos, y decir “¡Ah! ¡Está ahí!”. Eso ya me pasó con Cosas nuestras, y me pasa también con Federico: cada vez que me lo encuentro en alguna librería pues me pongo muy contenta, me da emoción, claro.

Pues más emoción nos da a nosotros haber compartido un ratito con una de nuestras autoras favoritas en la salita virtual de nuestra humilde bitácora. Le deseamos a Ilu todos los éxitos del mundo, prometiéndole que estaremos ahí detrás para disfrutar de su buen hacer y, sobre todo, de su talento.

día del Libro: lecturas que vienen del este

La invasión rusa de Ucrania ha colocado a este país en el mapa mental que acompaña el continuo goteo informativo sobre el conflicto. Hasta el momento, pocos sabrían localizarlo en el atlas y casi nadie relacionarlo con la Unión Soviética, una nación que ya no existe pero que conmocionó la historia del pasado siglo XX. Ahora, los científicos, pensadores y hombres de letras de talla universal que merecieron reconocimiento por su valía son reivindicados por las distintas nacionalidades que sobrevivieron al colapso del gigante comunista. Por eso queremos ofrecer una humilde guía a todo aquel que en este Día del Libro desee acercarse a los autores ucranianos o de origen ucraniano que están traducidos al español. Este es el caso de Nikolái Gógol (1809-1852), nacido en Velyki Sorochyntsi y tempranamente conocido en España gracias a la inquieta Dña. Emilia Pardo Bazán (1851-1921). Partiendo de nuestra más absoluta ignorancia, de Gógol dicen los que saben que fue uno de los artífices de la literatura europea del siglo XIX, y precedente brillante de narradores como Dostoyevski (1821-1881). Precisamente, su obra Almas muertas posee un cierto “corte cervantino” que nos es familiar: el protagonista, su cochero y un criado emprenden un viaje con el único objetivo de comprar almas. Aunque no lo es, también pasa como escritor ruso el ucraniano Mijail Bulgákov, nacido en Kiev en 1891. Quizá su obra más conocida sea El Maestro y Margarita. Teniendo en cuenta que prácticamente todos sus contemporáneos fueron purgados y asesinados por esa bestia parda que se hacía llamar Stalin, Bulgákov tuvo el enorme privilegio de morir en 1940 y en su propia cama, a pesar de haber dejado escrito cosas como éstas: “Están elaborando un nuevo proyecto de circulación urbana. Pero no hay circulación porque no tenemos suficientes tranvías, es ridículo, solo hay ocho autobuses para todo Moscú”. Por críticas mucho menos audaces la mayoría terminó en el gulag o fusilado contra un paredón. Pudiera ser que fuera verdad aquello de que el escritor le caía bien al abominable dictador, porque aunque Bulgákov fue acosado por el aparato represivo y prohibida su salida del país, nunca nadie osó tocarle un pelo. La obra de Juan Mayorga (1965) Cartas de amor a Stalin, que recomendamos aquí, desarrolla en la ficción lo que puedo ser la destructiva relación  entre ambos personajes. Y bueno, tenemos también a Józef Teodor Konrad Korzeniowski, más conocido como Joseph Conrad (1857-1924). Nacido en Berdyczów, ahora bajo las bombas del ejército ruso, Conrad, como más tarde haría Nabokov, adoptó el inglés como lengua literaria hasta el punto de ser considerado uno de los más grandes novelistas en ese idioma. Javier Marías nos describe al escritor como un tipo irritable, que odiaba la poesía y detestaba a Dostoyevski, por ruso y por chalado. Al parecer, la sola mención de su nombre le provocaba arrebatos de furia. El autor es uno de los clásicos de la literatura del mar, aunque una de nuestras obras preferidas no está ambientada a bordo de una nave. El duelo es el relato de una pendencia infinita, prolongada en el tiempo, entre dos oficiales del ejército napoleónico. El argumento sirvió de inspiración a Ridley Scott para su primera (y soberbia) película: Los duelistas.
Para no aburrir en exceso, añadiremos a la lista a la premio Nobel de 2015, la bielorrusa Svetlana Aleksiévich (1948), la que acuñó el término “Homo Sovieticus”, también es de ascendencia ucraniana, natural de Ivano-Frankivsk, al igual que el escritor Yuri Andrujovich (1960), que pronto pasará por estas páginas con alguna de sus novelas traducidas al español, bien sea Recreaciones o Doce anillos. En ambas se ilustra la Ucrania que quedó después de la desintegración de la Unión Soviética.
Pero entretanto, si alguien quiere disfrutar de este día del libro y sucesivos con otra lectura del este de Europa, le recomendamos La destrucción de Kreshev, relato de otro Nobel, Isaac Bashevis Singer (1903-1991), hasta el momento el único galardonado de lengua yidis. Se trata de una historia corta, ambientada en la pequeña comunidad rural ucraniana durante el siglo XIX. Sus habitantes viven entre la superstición y la fe, en la observancia de los preceptos religiosos más ortodoxos que les llevan a interpretar las desviaciones de la norma como catalizadores de la desgracia colectiva. En este ambiente, un peculiar relator se divierte contemplando cómo los hombres, tan empeñados en esquivarle, se entregan sin medida a la tentación y el pecado.
Buen día del libro.

crear en tiempos de confinamiento: Ilu Ros

Leer, escribir, dibujar en confinamiento. Esta fue la tarea que se impuso Ilu Ros con Federico, una biografía muy personal del poeta fuenterino Federico García Lorca, y que vuelve a este rinconcito precisamente de la mano de aquella que lo hizo posible. La creación de esta obra nos llamó la atención porque conciliaba una visión particular de una reconocida figura de nuestras letras con un enfoque fresco y jovial en tiempos difíciles: el confinamiento fue el refugio de muchos autores recluidos que domesticaron las horas dibujando pequeños mundos personales. Ahora estos mundos ocupan los estantes de las librerías, establecimientos de encuentro que de nuevo se abren a los lectores, sin recelos ni (casi) restricciones. Advertidos de su disposición y de su generosa amabilidad, nos pareció interesante hablar con la autora de esta aventura editorial sometida a los rigores de la pandemia, y recabar sus impresiones sobre la figura y la obra de su Federico, el que ella tanto conoce y que nos presenta en un bonito libro que podemos leer y releer cuantas veces queramos.

Este es el relato de de nuestro encuentro, en su primera parte:

Bl• Someramente, ¿cómo es el proceso creativo de un libro como Federico y cuánto tiempo te ha llevado?

I.R.• El proceso creativo de Federico o de cualquier libro ilustrado por el estilo como Cosas nuestras, una publicación anterior, es largo y no podría describirlo solo con una frase porque al final se pasa por muchas fases. Lo más emocionante se produce al principio, cuando empiezan a surgir todas las ideas y se vive con la emoción de lo que se va a hacer. Pero luego hay que trabajarlo bien, poner los pies en la tierra y empezar a darte cuenta de que realmente en el mundo de las ideas es muy complicado llevarlo todo al papel, escribirlo, dibujarlo… entonces hay altibajos creativos, digamos, pero en general creo que es un proceso bonito… También es verdad que a mí me gustan los libros y disfruto mucho de estos vaivenes, aunque en algunos momentos me lleven a sufrir un poco. Federico en conjunto me llevó hacerlo un año y algo. Dicho así es un poco injusto, porque no describe la situación: Federico no es un libro que se haga en ese tiempo… en condiciones normales requeriría bastante más. Pero bueno, el trabajo fue en medio de la pandemia, así que lo terminé en un año y poco. Hay que decir que estos proyectos que llevamos a cabo los y las ilustradoras suponen trabajar simultáneamente en otras cosas, así que los tiempos se suelen alargar más o menos dependiendo de otras realidades, de las facturas que haya que pagar o si debes compaginarlo con otros encargos. Pero en este caso, yo me encerré solo con Federico; aunque comencé a darle vueltas a la idea un poco antes de la pandemia, me consagré en serio durante el primer confinamiento.

Bl• Suponemos que metida en un proyecto tan prolijo como éste, alguna vez te has topado en sueños con el poeta. ¿Has tenido la oportunidad de “hablar” con él?

I.R.• Uff…Bueno… (Ríe). Creo que desde el mismo momento en el que empecé con este libro, que fue durante el confinamiento, me encerré con Federico García Lorca. Yo vivía con mi pareja, pero en la casa éramos tres (Ríe): nosotros dos y Federico García Lorca. Desde luego no diría que he “conversado” con él, pero sí que ha formado parte de mi vida en esos meses, básicamente porque también el trato con el resto del mundo se hacía más difícil… También me dediqué a leer toda su obra, las cartas… y aquí sí que pude escuchar su voz. Sumergirme es su poesía era una forma de acceder a su intimidad, y la correspondencia con amigos y familiares revelaba como pensaba en realidad. Cuando abría su corazón era como escucharlo a él directamente… Así es que, definitivamente, hablar con Federico, no… pero sí que lo sentí muy cerca.

Bl• ¿Qué te resultó más difícil, dibujar (y relatar) los dos actos en color o ese terrible tercer acto en blanco y negro?

I.R.• En cuanto a peso de trabajo, lo que se dice trabajo de lápiz, creo que fueron los actos primero y segundo, que tienen mayor longitud y un trato específico: tenía que hacerlo en color y yo trabajo en papel, con acuarela, así que fue más laboriosa esta parte… Ahora bien: sí es verdad que el tercer acto tenía un mayor peso emocional… relata el último mes del poeta. Sabemos que trata de su regreso a Granada, y que esa estancia anticipaba lo que será el momento de su muerte. Esta resolución trágica era difícil de plantear porque quería ser justa con la memoria del poeta, y personalmente no deseaba que eso transformara el libro en algo excesivamente dramático, aunque sí que estuviera reflejado el dolor de la guerra, de todo lo que provocó un golpe de estado y el sufrimiento que trajo consigo para toda la población. Era un trabajo que tenía que documentar muy bien para “no colarme”, y tampoco dejarme llevar por mis sentimientos, sino intentar ser objetiva y aun así transmitir la tensión de la muerte anunciada de Federico, de los padecimientos tanto de sus amigos como de sus familiares en un ambiente de guerra civil.

«Federico ha formado parte de mi vida en esos meses, básicamente porque también el trato con el resto del mundo se hacía más difícil».

Bl• De todos los “Federicos” que nos has dibujado en el libro, ¿con cuál te quedarías?

I.R.• ¡Me quedaría con todos! Me gustó muchísimo descubrir al Federico niño, porque creo que es la faceta biográfica menos conocida. Pero me encanta el Federico creativo, la alegría del Federico de la residencia de estudiantes, del Romancero gitano… Del Federico que hacía piña con todos los que fueron sus amigos, como Buñuel. No sé. Me quedo también con el Federico del teatro, de La Barraca… esa es una de las facetas de la vida del poeta que más me gustan. Me lo imagino danzando por todos los pueblos de España, en aquella caravana tan especial.

Bl• ¿En algún momento pensaste que esta semblanza que haces del poeta granadino pudiera ser un valioso material para las clases de literatura en el instituto?

I.R.• Pues si digo la verdad, nunca me lo planteé, pero sí que es cierto que cuando estaba leyendo y documentándome sobre la Generación del 27, sí que pensé en mi adolescencia, cuando estaba en el instituto y me presentaban a la Generación del 27 en gruesos libros de texto, donde aparecían esas fotos en blanco y negro, poetas con semblante hosco, y ese rictus, y esas corbatas… Me hubiera gustado más que la presentación no se hubiera quedado aquí. Me quedé con la impresión de que se trataba de académicos graves y serios… Investigando sobre Federico empecé a vislumbrar quién era toda aquella gente, y me di cuenta de que quizá en mis tiempos de estudiante no llegaron a transmitirme lo que realmente significó creativa y artísticamente esta generación para España y para nuestra cultura contemporánea. Ahí sí que pensé que quizá habría que plantearse otra manera de hacer llegar ese conocimiento a los niños y a los adolescentes, no sé cuál, pero revelar que estos escritores estaban constantemente jugando con las palabras, innovando, pasándoselo bien, creando sin parar como una forma de progresar. Eso es lo que los hizo tan grandes, la interacción entre poetas, escultores, pintores, futuros cineastas… Desde luego no era un reflejo de las estampas grises que yo recordaba.

Bl• En relación con tu incipiente carrera como creadora, ¿qué has echado en falta durante los largos años de aprendizaje en el instituto y/o en la universidad?

I.R.• Cuando yo estudiaba en el instituto, el desarrollo del talento de los alumnos, de su parte creativa, tanto en artes como en dibujo, música, danza, interpretación… bueno, todo eso no se potenciaba en exceso, creo yo. Como a mí siempre me había gustado dibujar, posteriormente en la universidad me decidí por las Bellas Artes. pero fui la única de mi promoción que se inclinó por esta opción. Aun así, se debía hacer el bachillerato de Humanidades porque no existía el artístico, como ahora. Después ingresé en la universidad. En la especialidad de Bellas Artes sí que se potenciaba la creación artística, claro, pero no estaba específicamente dirigida a la ilustración. En mi caso, lo de pensar en ser ilustradora vino mucho después…

(Continuará…)

litegrafía y geogratura

Los mapas siempre han cautivado la imaginación de las mentes libres: los contornos, las formas, los colores, las letras que recorren como hormiguitas la superficie del papel, los símbolos delicadamente atrapados en la complicada telaraña de rumbos y meridianos… Y sobre todo, el poder evocador de esas láminas, que nos transportan en el tiempo y en el espacio de una forma que no ha sido capaz de emular el gúguel maps. Desgraciadamente, en nuestra biblioteca no quedan mapas antiguos, extraviados o simplemente expurgados por “viejos”, el sino de cualquier volumen que tenga las tapas averiadas. Pero en la Biblioteca Nacional hay buena muestra de este arte que merece atención, y ya no solo por su indudable atractivo estético sino por la importante información geográfica e histórica que contiene, como el Atlas de Afferden (1755) o el Nuevo Atlas, o Teatro de todo el Mundo (1653) de Johannes Janssonius. Inspirados por una idea que encontramos en la red, e imitando el diseño del Atlas de geografía astronómica, física, política y descriptiva (1900) de Juan de la Gloria Artero, del que conservamos algunos mapas,  decidimos dibujar la primera lámina de lo que será nuestro Atlas Abreviado o Compendiosa Geografía de la Literatura Universal de Biblioluces, un recorrido cartográfico por la historia de la literatura, comenzando con el lúdico ejercicio de recrear la tierra de “los nobeles” con todo lujo de detalles. Ríos, ciudades, islas, cabos y hasta un par de golfos. Y es que la historia de los premios Nobel en esta disciplina da mucho, pero que mucho juego: ¿Quién ha oído hablar de los primeros galardonados? ¿Por qué hay tanto escandinavo de nombre impronunciable en la insigne relación? ¿Alguien fue capaz de rechazar tal distinción? ¿Cuántos hispanohablantes han merecido las ripiosas dádivas de la Academia Sueca? ¿Siempre se le ha concedido el premio al escritor más meritorio? ¿Qué nos haría falta actualmente, además de saber leer y escribir, para hacernos con una medalla de aleación y un diploma personalizado? Nuestro mapa litegráfico sobrevuela las nada desiertas islas en las que podemos distinguir poblaciones tan conocidas como Hemingway o García Márquez, o descubrir el sinuoso discurrir de los ríos que van a parar al lago Pasternak o desembocan en el mar de los Honores. La interpretación de los Nobel en clave geográfica nos ha permitido identificar las lenguas preponderantes, la distribución de autores por continentes y la trascendencia de sus obras. Son muchos más los olvidados que los recordados por crítica y público, aunque sea para mal, y de entre todos siempre hay alguno cuyo nombre nos evoca la marca de un colutorio para la garganta. Nuestra pequeña contribución a la cartografía literaria es un tributo a todos y cada uno de los galardonados, aunque solo sea por haber soportado estoicamente el frío riguroso del gélido y húmedo diciembre holmiense (Menos Dylan, claro).

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