Ilustración: Mapa de los conventum bracarensis, lucensis y asturum (ésti postreru resaltáu) de la provincia romana de Gallaecia. Autor: R. Chao (2006).

El pueblu qu’habitó Asturia dende la Navia pel oeste (partiendo con los Galaicos) hasta’l Sella pel este (partiendo con los Cántabros) y que s’estendía pel sur hasta’l ríu Douru.
Fuimos sojuzgados por los romanos durante las guerras cántabro-astures que se desarrollaron entre los años 29 y 19 d.C. Fueron los historiadores que estudiaron estas guerras quienes produjeron fuentes escritas acreditadas sobre ellas. Hay varios de ellos, como geógrafos contemporáneos como Estrabón o posteriores como Pomponio Mela o el naturalista Plinio el Viejo, que fue gobernador de la zona. Otra fuente de información fundamental fueron las epigrafías (varias decenas de inscripciones) y otros documentos escritos (especialmente tablillas de bronce), y en los últimos años la arqueología, que intenta proporcionar un flujo básico de información.
La imagen que los autores latinos ofrecen de los asturianos es mayoritariamente la de la dominación que se produjo tras la conquista, cuando posiblemente se produjo una redistribución de los pueblos en el territorio. En este sentido interpretamos la información dada por Floro de que Augusto «desconfiado de la protección que les proporcionaban los bosques en los que vivían, les ordenó habitar y establecerse en los campamentos de las llanuras». Los Astures (Astoures o Astyres para Estrabón ) fueron los habitantes que poblaron la región que Plinio el Viejo denomina Asturia, y que se extendía desde el Cantábrico hasta el Duero.
Dion Casius, historiador de la guerra, dijo que vivían «en la parte más agreste de los Pirineos (nombre que dan los autores latinos a la Cordillera Cantábrica), frente a España, y la meseta al sur». Bajo el nombre genérico de Ástures existieron algunos pueblos entre los que existían diferencias étnicas y culturales, aunque es difícil señalarlas en esta época. Plinio menciona 22 pueblos Astures que componían 240.000 hombres libres que se dividían en «augustanos», o «cismontanos», y «transmontanos», según su posición al norte o al sur de la Cordillera Cantábrica, llamada ‘Iuga Asturum’ por Plinio.
Esta división debe considerarse puramente geográfica, ya que parece que las montañas no siempre dividieron a los pueblos, sino que en realidad algunas tribus vivían a ambos lados, establecidas tanto en el norte como en el sur.
Sin embargo, en la inscripción de Pintaius, soldado astur fallecido en el frente del Rin, cerca de Bonn, fechada en el siglo I, el texto afirma claramente que se trataba de un Ástur » transmontano ».
Los Augustos Ástures ocuparon la mayor parte de las actuales provincias de León y Zamora y parte de Ourense, así como Tras-os-Montes en Portugal. El límite occidental de las Ástures transmontanas lo marcaba el río Navia, y al este lo marcaba el río Sella y su afluente el Ponga.
A los Augustos pertenecían los Gigurros, los Amacos, los Zoelas, los Superatios, los Tiburs, los Lougei, los Bedunios, los Lacios, los Brigaecios y los Orniacos entre otros. Los Ástures Transmontanos eran los Pesicans y los Luggones. Tanto los Pesicans como los Luggones debieron tener una fuerte identidad que los distinguía de los Ástures puros. Esto se debe a que Plinio, que originalmente había incluido a los Pesicans como una de las 22 tribus Astur, pasa a distinguirlos más adelante en su obra (IV, 111), situándolos en una península -probablemente Cabo Peñas- entre los Astures y el convento de Luciano. Ptolomeo también se refirió a Flavionavia como la ciudad de los pesicanos. Lo mismo puede decirse de los Luggones, citados por primera vez por Ptolomeo en el siglo II, quien asigna a Paleoncio (en realidad Beloncio, cerca de Infiesto) como su capital. Ocuparon la parte central y oriental de Asturias hasta los límites de Cantabria.
También están documentados en Llión, en el valle de Duerna. En la actual Asturias existen dos epígrafes de los Luggones: uno en Grases (Villaviciosa) y otro de origen desconocido en la zona comprendida entre el monte Sueve y el río Sella, tal y como se encontró en la colección de Sebastián Soto Cortés, junto a trabaja con diversas interpretaciones. Dice brevemente »Astvrv et lvggonv» y comúnmente se considera una señal limítrofe.
Para algunos como Diego Santos -Real Academia de la Historia-, si procediera de la zona circundante al Sella que limita con los cántabros, indicaría el inicio de la tierra de los Ástures frente a los cántabros, y entre los Astures, los Luggones.
Mª Cruz González Rodríguez (Universidad del País Vasco), por su parte, dice que la citada piedra efectivamente expresa un límite pero entre la civitas (o territorio) de los Luggones con capital en Paleontium (Beloño) y la civitas de los Astures con capital en Lucus Asturum (Lugo, en el concejo de Llanera).
Esto implicaría la existencia de un pueblo asturiano puramente transmontano cuyo nombre durante las guerras romanas ganó predominio y luego se utilizó como nombre genérico para el pueblo de un territorio mayor que entonces se llamó Asturia.
Una opinión similar ya había expresado Diego Santos, para quien la zona puramente Astur incluiría una cuña entre el oeste asturiano y la Mariña, donde se encontraría Noega, la ciudad más importante de las Astures según los autores romanos, incluida la cuenca del Nalón. En opinión, Estrabón dijo: » Por el Astyres discurre el río Melsos (Nalón)» y también sus afluentes, el Aller, Lena y Trubia.
Los Astures, junto con los cántabros, mantuvieron su independencia de Roma que ya dominaba el resto de la Península Ibérica hasta finales del siglo I a.C. Tras una sangrienta guerra que se prolongó desde el 29 a.C. al 19 d.C., astures y cántabros quedaron sometidos al emperador Augusto, dando paso a un largo periodo de incorporación de estas tribus al Imperio Romano, conocido como ‘romanización’, cuyo alcance y profundidad ha sido bien indicado.
En el momento de la conquista, los Astures y otras tribus del norte como galaicos, cántabros y vascones, son presentados por Estrabón como eminentemente bárbaros, en contraposición a la civilización representada por los conquistadores romanos, aunque la arqueología ha matizado silenciosamente sus afirmaciones. Según el geógrafo griego, su economía tenía patrones arcaicos, su dieta consistía principalmente en bellotas, con las que elaboraban harina, y carne de cabra durante las tres cuartas partes del año. Hoy sabemos que tenían una agricultura basada en cereales, en la que no faltaba la variedad de trigo llamada espelta o escanda, además de avena, cebada y mijo. Se trataba de una agricultura basada en el azadón -de la que existen varios buenos ejemplos de azadones en el asentamiento de Caravia-, ya que los pueblos romanizados solían utilizar el arado, y se complementaba con la recolección de hortalizas y bellotas. Algunos asentamientos del norte, como el de Campa Torres en Gijón, contaban con pilas de piedra que servían para moler las bellotas y también con molinos manuales para el mismo fin.
La ganadería siguió prácticas anteriores, algunas de ellas originadas en la Edad del Bronce y la cultura megalítica, con predominio de la cría de cabras y ovejas pero también de vacas y cerdos, además de los caballos asturianos, el asturcón y el tieldón, cuyas virtudes fueron reconocidas por autores romanos.
Además de la ganadería, la agricultura y la recolección, las zonas costeras se beneficiaron de los recursos marinos tanto en las costas y acantilados como en el mar. También cazaban ciervos y jabalíes como sabemos por ciertas evidencias, aunque no podemos precisar la importancia de esta actividad en su dieta.
Al margen de estas prácticas económicas ligadas a la subsistencia, en algunas zonas hubo un importante aprovechamiento de los recursos minerales, siguiendo la tradición minera de épocas anteriores.
En Campa Torres existen evidencias de actividad metalúrgica a gran escala y fundición de objetos de bronce.
En Caravia existía minería de hierro en Fitu, de la cual existía una amplia gama de instrumentos. También se ha comprobado actividad metalúrgica en otros asentamientos como Llagú (Oviedo) y Camoca y Moriyón en Villaviciosa.
Del mismo modo, al oeste existía minería aurífera, como lo confirma la abundante orfebrería de los asentamientos, aunque los puntos de extracción indígenas estaban cubiertos por obras romanas. No hay que olvidar que algunos de los términos utilizados por Plinio para describir los procedimientos mineros son de origen indígena y no latino (por tanto: «arrugia», «palagae», «palacurnae», «balux»).
En algunos asentamientos costeros, y particularmente en Campa Torres, existen restos cerámicos que sugieren la existencia de un comercio atlántico de alcance desconocido, pero donde los objetos metálicos que fabricaban tenían importancia. Vivían en asentamientos fortificados, asentados en terrenos elevados (los castros), algunos de los cuales fueron abandonados tras la conquista, como atestigua Floro.
La organización social de los Astures es otro aspecto que está sujeto a continua revisión. En la zona centro-oriental parecían haber existido organizaciones de tipo suprafamiliar, que se formaban a partir de vínculos de relaciones, reales o ficticias. En las zonas más cercanas a Galicia parece que el lugar de residencia era el punto de unión, expresado por la pertenencia a un determinado «castellum».
También existe la posibilidad de una tercera variante en la zona central, donde habría una combinación de ambos tipos, aunque con escasos testimonios. Respecto a las diferencias sociales que existían dentro de estos grupos, Estrabón dice que comían sentados en bancos, alineados según edad y dignidad. Algunos de los hallazgos en asentamientos también son indicativos de estatus social, aunque todo indica que no serían importantes ya que todos los edificios son bastante similares y no se encuentran signos de privilegio. Se cree que los edificios más grandes estaban destinados a usos comunes. También es evidente que todavía no habían avanzado hacia una apropiación privada de la tierra, teniendo en cuenta el desarrollo de su economía, sino que el uso y la propiedad de la tierra serían colectivos, ya fuera la «gens» o la «gentitlitates» o el «castellum».
Se desconocen sus ritos funerarios, aunque la hipótesis más probable apunta a una tradición de incineración que se basa en la interpretación como “hornos de incineración” de los encontrados en Coaña y Pendia así como en otros lugares de la actual Asturias y en Galicia.
Lo poco que se sabe sobre su religión apunta a tradiciones arcaicas, como la definición de elementos naturales como las masas de agua, los mares, los bosques, etc. que conocemos a través de la lingüística, al no existir representaciones plásticas de divinidades, que puedan tener daba la impresión de que carecían de dioses. Hacían sacrificios a un dios de la guerra, al dios Ares y también a cautivos y caballos. Algunos nombres de divinidades se conocen a través de la epigrafía, como «Evedutonio Braciaeco», o «Nimmedo Seddiago» y el nombre de los Luggones estaba relacionado con el dios celta Lug, del que derivaron su nombre, además de otros topónimos muy conocidos.
Bibliografía:
Rodríguez Muñoz, J. y González Muñíz, M. A., (1991); «Diccionario de historia de Asturias»; Colección Biblioteca Histórica de Asturias; Silverio Cañada Editor.