Publicado en Asturies

Toma de posesión del Presidente del Principáu d’Asturies

El presidente del país emplegó’l castellanu, el gallego-asturiano y l’asturianu nel patiu central de la Xunta Xeneral llueu de prometer el cargu.

A la mocedá, que ye’l caudal del futuru, hai qu’abri-y tolos postigos, toles puertes de la esperanza, que sepan que trabayamos conxuraos pa qu’herieden la meyor Asturies.

Asturias tiene mi palabra.

Tal vez la emoción me venza en algún momento de este acto. Reconozco a mis padres, a mis hermanos, a mis sobrinas… También a mis amigos más queridos y a las personas especiales de mi vida. Quiero distinguir al fondo, en algún lugar, el recuerdo de los rostros viejos, arrugados de cariño, de mis abuelos. Sé que todo se lo debo, que jamás podría haber llegado aquí sin ellos.

Mi Laviana natal, mi lugar de vida, está, no lo duden, muy presente en este acto.

Veo entre ustedes a amistades compañeras que han crecido conmigo en la vida y la política, y sé también que nunca pronunciaría este discurso sin ellas, sin su empuje ni su apoyo. Permítanme que cite, con especial cariño, a mi maestro, Pablo García Fernández, aquí presente, presidente de honor de la Federación Socialista Asturiana, y el recuerdo a Emilio Barbón, cuya Constitución he utilizado en mi promesa, como vengo haciendo siempre que me toca asumir una responsabilidad política.

Siento, en fin, el abrazo de la confianza de miles y miles de personas que no están hoy aquí, que probablemente jamás pisen el suelo noble del parlamento, y sé de sobra que todo lo que hoy represento se lo debo a manos llenas. Estoy, en verdad, rebasado de sentimientos y cargado de deudas, así que hoy empeño mi palabra con Asturias.

No reparen en mi aspecto, que intenta ser formal y solemne, como se merece este acto. En realidad, vengo ligero de equipaje porque valgo lo que valen mis palabras, acuñadas con los sellos de la sinceridad, la honestidad y el compromiso con nuestra tierra. Si algún día dejo de hablarles de frente, esquivo los problemas o regateo la verdad, no valdré nada. Así que a partir de hoy Asturias tiene en prenda mi palabra.

A mía palabra fala de progreso porque el miyor porvir d’Asturias vai llabrarse sempre al célo aberto dos deretos y as llibertades, da igualda entre homes y muyeres, del respeto á diversidá. A involución, esa solombra moura, llóbrega y fría como úa entrada al pior pasao, nun vai marcar el rumbo del Principao. El goberno d’unidá progresista vai asegurar tanto a estabilidá como as reformas que señan necesarias pra manter Asturias nel camín das llibertades y os deretos llograos, da igualdá crecente, del desenvolvemento económico y del avance social.

Mi palabra habla de futuro porque confío rotundamente en mi tierra, en que los mejores días de Asturias aún están por llegar, porque estoy convencido, con la lumbre veraz de los datos, que el presente que vivimos ya es futuro.

Escucho que me reprochan un exceso de optimismo. Me pregunto por qué regalan tanto prestigio al pesimismo, siempre medroso del horizonte, claudicante ante los malos augurios, vencido por el recelo. Pues no, no me ataré al miedo, que otros arrastren el lastre pesado y herrumbroso de esa cadena. Yo hablaré de progreso y de cambio, de un reformismo tenaz, valiente, osado, porque Asturias está adentrándose en otra etapa histórica y necesita un fuerte impulso colectivo para recorrerla con éxito.

Tengo la obligación del optimismo, el deber de la convicción. Con ello, no hago otra cosa que ser fiel a la decisión mayoritaria de los asturianos y asturianas, expresada en las elecciones autonómicas del 28 de mayo. Esa voluntad democrática nos mandata a culminar la revolución verde de la mano de la ciencia, para asegurar la creación de empleo de calidad, afianzar el protagonismo del medio rural, renovar el Estado de bienestar, salvaguardar la igualdad, promover con orgullo nuestra cultura y lograr el impulso demográfico. Esos son los destinos de mi nuevo mandato, los que resumí en el discurso de investidura ante el pleno de esta Junta General.

La mio palabra fala de la década del cambéu porque ye enforma lo qu’hemos facer. Va cuatro años coincidíemos en que’l gran desafíu d’Asturies yera la transición ecolóxica.  Recuérdenlo: el retu aparentaba un cumal alloñáu, inconquistable. La industria, y con ella tol nuestru texíu económicu, acabaría por esmorecer y rindise. Güei, si volvemos la vista atrás, malapenes atopamos rescoldos d’aquel mieu. Agora non solo tamos seguros de que vamos facer cume, sinón de que vamos tar ente los primeros.

Claro que nos queda camín, abondu trechu pendiente. Por eso falo del 2033, que ye una fecha que s’escapa de la llende d’una llexislatura. Si proponemos rematar el cambéu económicu, aprovechar la conclusión de les grandes comunicaciones, entrar n’otra dimensión turística y frenar el descensu demográficu, nun podemos avanzar mirándonos los pies, acoxando a cada pasu: faen falta ambiciones grandes y, con elles, lluces llargues. A la mocedá, que ye’l caudal del futuru, hai qu’abri-y tolos postigos, toles puertes de la esperanza, que sepan que trabayamos conxuraos pa qu’herieden la meyor Asturies.

Mi palabra habla de diálogo porque no concibo la vida ni la política de otra manera. El ruido distorsiona, agita la crispación. No deseo presidir una Asturias tensa, obcecada en el enfrentamiento, sino otra distinguida por la práctica de la política útil, la que se afana en resolver los problemas. Una comunidad que sea ejemplar, también por la capacidad de alcanzar consensos para encarar y superar sus grandes desafíos,sea el impulso demográfico, la atención a la salud mental, el medio rural o el cuidado de las personas mayores. Hagamos de Asturias un escaparate de la buena política, que seamos envidiados por nuestro entendimiento.

Mi palabra habla de orgullo, porque soy consciente de la responsabilidad que asumo al continuar el legado de mis predecesores, los demás presidentes de Asturias.Permítanme que cite a los aquí presentes: Pedro de Silva, Juan Luis Rodríguez-Vigil, Antonio Trevín y Javier Fernández, y que tenga un recuerdo especial para los fallecidos: Rafael Fernández, Sergio Marqués y Vicente Álvarez Areces. De su trabajo y su inteligencia resultó la Asturias que hoy disfrutamos.

Hace unos minutos, el presidente Pedro de Silva me impuso una insignia que distingue a los presidentes de Asturias. Es difícil mayor simbolismo y, también, mayor emoción y agradecimiento. Qué honor, Pedro, recibir de tus manos esta distinción; qué honra formar parte de esa lista de personas que entregaron un pedazo entero de su vida a edificar nuestra comunidad autónoma.

Hablo también de orgullo de pertenencia porque acumulamos siglos de historia, una identidad tan reconocible como inclusiva,expresada en una cultura propia y el latido, que queremos más vivo, de nuestras lenguas. Hoy nos acompaña un grupo de jóvenes que participa en la edición anual de la Escuela de Asturianía. Estad orgullosos de vuestros orígenes, con la misma intensidad, difícilmente equiparable, que la siente la emigración, esas decenas de miles de personas que llevan Asturias por dónde quiera que van. Os pido que lo tengáis siempre presente: el aprecio a lo propio no nos ancla al pasado; muy al contrario, es un fermento del progreso en cualquier sociedad.

Mi palabra habla de lealtad porque nada se antepondrá a la defensa de los intereses de Asturias. Siempre, cuando, y ante quien sea necesario: Asturias, lo primero. Si me sintiera incapaz de sostener esta promesa no estaría hablándoles ahora.

La ministra Isabel Rodríguez, que representa al Gobierno de España, con el que tanto hemos trabajado estos cuatro años, me conoce bien y sabe que soy sincero. Como el anterior mandato, no cabe un titubeo, un asomo de duda: siempre, Asturias. Lo saben también los presidentes autonómicos aquí presentes y a quienes agradezco que me acompañen hoy: María Chivite, Alfonso Rueda, Emiliano García-Page y Alfonso Fernández Mañueco. Con ellos y muchos más he trabajado y trabajaré en la defensa de una España justa, unida en su diversidad.

Ésas son las palabras de ofrenda a mi tierra: lealtad, orgullo, diálogo, cambio, futuro y progreso. Con ellas me dispongo a gobernar Asturias. Ciertamente, no adivino qué dificultades o contratiempos pueden traernos los próximos cuatro años.

El 20 de julio 2019, en mi anterior toma de posesión, jamás habría imaginado que la tormenta de los tiempos nos obligaría a vernos con una pandemia, una inflación disparada y una guerra en las fronteras de Europa. Durante la pandemia dije que en ningún archivador, en ninguna caja fuerte, había un manual de instrucciones para enfrentar una crisis sanitaria mundial. Es verdad. En realidad, me temo que de existir tal libreto, hubiera servido de muy poco.

En cambio, estos cuatro años he aprendido enseñanzas válidas siempre, aplicables cada jornada. Por ejemplo, que ser buen presidente del Principado exige a partes iguales humildad, cercanía, audacia y diálogo. Son cuatro requisitos que también requeriré a todas las personas de mi próximo gobierno, el gobierno fuerte, estable y reformista de unidad progresista que me preparo a presidir. Y sobre todo, también comprobé, día a día, que un gobernante vale lo que vale su palabra. Yo, en este acto, empeño mi palabra con Asturias.

Puxa Asturies.

Autor:

Maestra de Llingua Asturiana Colexu Carmen Ruiz-Tilve - Uviéu

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